







Mi objetivo es deleitarme, disculpen la dispersión, todo depende del día. Al fin y al cabo, no soy más que "outra vaca no millo" con un laberinto de pasiones. Tienen permiso para poner su ojo en mi dedo, sin tocarme las cuernas.
21 de diciembre [ 2010]
Comienza el invierno y mañana es el sorteo de la lotería de navidad. Si no constatase el año, estas palabras con las que inicio la entrada podrían pertenecer a cualquier otro año de mi existencia, cualquier 21 de diciembre…
En aquellas largas noches, para mantenerles despiertos, los mayores les ofrecían una pepsicola, un poquito de café azucarado con espumeantes burbujas de gaseosa. Una abuela cantaba un villancico o una copla, Tápame, tápame, tápame, que tengo frío/ Si tú quieres que te tape ven aquí cariño mío ; el patriarca se arrancaba con un tango, Tabernero que hipnotizas con tu brebaje de fuego, sigue llenando mi copa aunque sea de veneno… Y cuando el cava, la moza Asturiana del anís y el Gaitero de sidra les bailaban en los ojos , comenzaba el tintineo de las cucharillas y el tamborilear de los dedos en la mesa, momento en que la saga familiar atacaba una Pandeirada para continuar con un repertorio de canciones de la tierra: As nenas de Vilanova dicen que non beben viño e debaixo do mantelo levan o xarro escondido…
Disculpen esta introducción, no pretendo abrumarles con recuerdos familiares ni el ramillete de canciones que afortunadamente guarda mi memoria de aquellas navidades infantiles con musgo, espumillón y reyes magos. Hermosas, sí. Y no me importa recordar porque en absoluto me pone triste, aunque sí me embriaga una melancolía romántica friedrichiana de la que gozo intensamente. Evocar es un ejercicio que me fascina por cuanto tiene de re-creación de vida, de leyenda y de poesía, es decir, de realidad y fantasia, naturalezas que conforman la existencia. Sin embargo, empecinarse en que nuestras emociones y sentimientos sean los mismos que en tiempos pretéritos es un inútil combate que conduce a la frustración. La navidad es un cuento circular que se repite con cada vuelta de la tierra alrededor del sol y aunque los inviernos se renuevan y asumimos los cambios sin complejos, las imágenes y tópicos navideños nos devuelven el mismo turrón de dura y rica almendra cuando a muchos ya nos han caído los dientes de leche y las ausencias nos visitan. Si el tiempo es cambio en el espacio, también la vivencia de la navidad se transforma, y tendremos que aprender a mirarla de otra manera y a adaptarla a nuestro presente para que no devenga en una triste fotocopia o en un espejo cóncavo de tiempos que fueron. El verdadero sabio es aquel que consigue que los acontecimientos exteriores lo alteren mínimamente. Para ello necesita acorazarse de realidades más próximas a él que los acontecimientos y a través de las cuales los acontecimientos, alterados hasta llegar de acuerdo con ellas, le llegan ( Fernando Pessoa, Libro del desasosiego).
Si son de los que se entristecen, no soportan el dulce de estas fechas y no pueden huir a otro espacio, les sugiero que se abstraigan y que una de estas noches anónimas salgan a la calle y contemplen la luna, los albayaldes escarchados en los verdes y la austera desnudez de los árboles. Respiren el frío y el silencio, deléitense con el olor de la niebla y de la lluvia, y disfruten de un tiempo de invierno, sin más, sin necesidad de abalorios navideños, aunque tampoco hay que desdeñar un iluminado jardín con renos y estrellas que nos sorprenda en la oscuridad. Si por el contrario les encantan estas celebraciones, no se corten ni un pelo con el mazapán, los villancicos y la zambomba, y den rienda suelta a los mejores deseos pero sin abrumar al prójimo. En cualquier caso, con belén o sin él, les deseo que no sean menos felices que en cualquier otro momento y que no renuncien a tomarse una copa de buen vino. Y no sólo porque es navidad, aunque también.
Les dejo con el destello de unos zapatos rojos en un diciembre meláncolico y unas imágenes que también iluminan este tiempo de navidad, la cara oculta de la luna y una pompa gigante que flota en la Nube de Magallanes. Pinchen en los enlaces (también en el de la imagen de cabecera si quieren ver sugerentes zapatos rojos).
Del año malo
Diciembre es esta imagen
de la lluvia cayendo con rumor de tren,
con un olor difuso a carbonilla y campo.
Diciembre es un jardín, es una plaza
hundida en la ciudad,
al final de una noche,
y la visión en fuga de unos soportales.
Y los ojos inmensos
—tizones agrandados—
en la cara morena de una cría
temblando igual que un gorrión mojado.
En la mano sostiene unos zapatos rojos,
elegantes, flamantes como un pájaro exótico.
El cielo es negro y gris
y rosa en sus extremos,
la luz de las farolas un resto amarillento.
Bajo un golpe de lluvia, llorando, yo atravieso,
innoble como un trapo, mojado hasta los cuernos.
Jaime Gil de Biedma
Nada comprendí aquella tarde de otoño.
Del árbol recogiste la luz con tus manos y me ofreciste una cesta llena de soles.
Nada comprendí entonces de tan luminosa declaración.
Tampoco entendiste tú, cuando a la boca llevabas la frutal lujuria elaborada a fuego lento por mis manos, que masticabas mi dulce desconsuelo.
Doble secreto, Magritte
La perversión más genuina e ingeniosa de la ingenuidad
es la deliberada inconsciencia.
Y mantener la altiva ignorancia, a sabiendas
de que matas dos pájaros de un tiro.
Valiente, Vetusta Morla
Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir,
ya ves, lo que es no es.
Yo no voy a contar lo mejor, a ocultar lo peor,
me pongo el mejor chaqué.
No digo lo que digo,
hago lo que no hago,
al revés, al revés, porque
ser valiente no es sólo cuestión de suerte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Tú también tienes que ver
que nunca tengo mi papel.
Nube gris, riega todo el jardín,
todo el jardín, todas las flores que probaré
No olvido los sueños,
vuelvo a lo que no acabó,
no perdí, no perdí, porque
ser valiente no es sólo cuestión de verte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir,
ya ves, lo que es no es.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Deme la voz, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
deme la voz, deme la voz, la voz ...
La Malinche negociando
Pinchando en los pies de imagen podrán obtener información sobre la Piedra de Rosetta y la Malinche en una breve y entretenida historia que Eduardo Villaquirá hace Sobre los interpretes y traductores. Se la recomiendo.
El día que me venzas habrás perdido tu última batalla.
Mina y Serrat: Sin piedad
Sin Piedad
Tu derrota es la mía
y mi fracaso tu quebranto, mujer.
Mía es tu ruina, tuya mi agonía.
Tan solo somos un par de perdidos
que no tienen nada que perder.
Y sin embargo, o tal vez por eso,
donde más duele nos damos los besos.
A sangre y fuego,a sangre y fuego,
te parto el alma y me mato luego.
No tendré piedad de ti.
No tendré piedad de mí.
Morir matando,
matar muriendo,
sin piedad de ti,
sin piedad de mí.
Callejón sin salida:
así es esa malsana realidad.
Si me entregase a ti me despreciarías
y si te venzo me odiarás
y si huyo no he de verte nunca más.
Me necesitas y te necesito
como la confesión necesita al delito .
Sueño contigo,sueño contigo,
como la muerte sueña con alguien vivo.
No tendré piedad de ti.
No tendré piedad de mí.
Morir matando,matar muriendo,
sin piedad de ti,sin piedad de mí.
Buguina, e
soña o vento
coas ondas do mar
Caracola, y
sueña el viento
con las olas del mar
Caracolas,
espirales de silencio
besos blandos en mi oído.
De su boca,
hasta mí,
el impreciso murmullo de las olas
la respiración salada
la voz del mar
Buguinas,
espirais de silencio
beixos brandos ao oído.
Da súa boca
ate min,
o impreciso murmurio das ondas
a repiración salgada
a voz do mar.
Preguntas dunha pícara a unha buguina
¿Cantos anos tes?
¿De onde vés?
¿Naces na area da praia?
¿Onduláronte as ondas?
¿Quen habitou a túa casa de cuncha?
¿Murchouse o teu ventre
pra que na túa boca naza o mar?
¿Tiveches babas?
¿E cornos?
¿Gústache tomar o sol?
¿É teu curmán o caracol?
¿Es unha mamá o
un papá e unha mamá?
Preguntas de una niña a una caracola
¿Cuántos años tienes?
¿De dónde vienes?
¿Naces en la arena de la playa?
¿Te han ondulado las olas?
¿Quién habitó tu casa de concha?
¿Se ha secado tu vientre
para que en tu boca nazca el mar?
¿Has tenido babas?
¿Y cuernos?
¿Te gusta tomar el sol?
¿Es tu primo el caracol?
¿Eres una mamá o
un papá y una mamá?
***
Arcoluz, Renaud García fons Y Kiko Ruíz
Les dejo un vídeo con otro fragmento de El perseguidor en la voz de Cortázar. La música es de Charlie Parker, a quien está dedicado este relato. El escritor argentino se inspiró en el virtuoso saxofonista para crear el personaje de Jhonny Carter.
Historia II
(Os dejo con Magia, uno de los temas del disco-comic Mentiroso Mentiroso de Iván Ferreiro )
Magia, que se posaba en nuestras manos.
Magia, volando sobre los tejados.
Magia, que nos juramos que duraría para siempre.
Magia, que nunca engaña pero miente.
Magia, de las palabras a los hechos.
Magia, hasta quedarnos sin aliento.
Bendita magia.
Magia, para evitar lo inevitable.
Magia, para olvidar lo fácil que se olvida,
como por arte de magia y hubo magia que borro todas las pisadas.
Magia, dolía mucho y no fue nada.
Magia, que todo acaba y ahora te empiezo a echar de menos.
Magia, que salió como una paloma de algún sombrero.
Magia, que volverá para salvarnos.
Magia, en otros cuerpos y otras manos.
Magia de equivocarnos
y nadie quiso hacerse daño
Magia, solo un gramo de magia
Magia
oh oh oh magia
Y nadie quiso hacerse daño
Y nadie quiso hacerse daño
yo nunca quise hacerte daño
Ecos de caracola
Era flaca, ligera, de ojos achicados y labios consumidos. Su rostro de campesina, labrado por el frío del invierno y el sol del verano, había tomado el color oscuro de la tierra que trabajaba. En el invierno olía a lluvia y a leche caliente, y a hierba seca y espigas de maíz en el verano.
Durante todo el año vestía ropas oscuras, calzaba zuecas y cubría su cabeza con un pañuelo negro. Guardaba sus tesoros en una caja de latón. Unas medallitas, un anillo, unas fotos antiguas y algunas cartas enviadas, años atrás, desde Cuba. Y en un estuche, con forro de terciopelo rojo, una caracola marina y una postal de una playa solitaria con palmeras .
Aquella tarde vestía ropa nueva, lucía zapatos y su escaso pelo gris se recogía en un sencillo moño. Durante el viaje apenas habló. Concentraba su mirada tras el cristal aprehendiendo espacios y paisajes ignorados a sus ojos. Por momentos, se entretenía en colocar los plisados de su falda, en limpiar el inexistente polvo de sus ropas, en admirar sus zapatos de azabache.
Al término del viaje bajó del coche y frente al sol del atardecer caminó por un estrecho sendero. Sabía que estaba cerca. Hasta ella llegaba el vaivén de una melodía desconocida y el olor a caracola marina que la brisa mecía en su regazo. Con el corazón agitado y los ojos anhelantes tomó carrerilla y, ligera, subió a los montículos de arena. Y en los ojos de María nació el mar: una playa solitaria, sin palmeras.
Objetos en el bosque, Alberto Savinio (Andrea de Chirico)
A Fina y Miguel
"O dono da tenda de animais explicoulle que se trataba dunha parella de inseparables. Os inseparables de Fisher, así lles chamaban.
¡Carallo co nome!, dixo o mariñeiro".
Supe de tal pareja de pájaros, Os inseparables de Fisher*, al mismo tiempo que el sorprendido marinero, un personaje del cuento que Manuel Rivas titula con ese nombre. En este relato se hace referencia también a una romántica leyenda que a estos peculiares papagayos adorna: “Se un deles desaparece, o outro cantará sen acougo ata morrer”. Recordé a los Fisher de Rivas y a mis amigos Fina y Miguel mientras leía una entrada de la Nueva enciclopedia de Alberto Savinio: Silencio (en el matrimonio). En esta entrada recoge una carta que Nivasio Dolcemare (seudónimo del escritor) escribe a María, su mujer, quejosa por la ausencia de palabras tras largos años de matrimonio y nostálgica de las largas conversaciones que mantenían en los primeros tiempos. Nivasio, al final de la carta, explica a María que elige la escritura porque “Bajo la bóveda de nuestro silencio hay cosas que se pueden escribir pero no decir”. La carta llama mi atención porque en ella Dolcemare es capaz de subvertir el significado del temido silencio que acoge a las parejas de largo recorrido, ese silencio que va asociado al tedio y al aburrimiento, al ya nada queda por decir. Sin embargo, el italiano lo interpreta como la llegada de un tiempo apacible, de máxima complicidad e incondicionalidad en el amor, donde la ausencia de palabras muestra la desnudez y la transparencia del alma de los amantes. No sé si estoy de acuerdo en todo lo que dice el escritor, quizás todavía necesito la propaganda de la palabra y me aferro a un verso Cunqueirián - Pro nos, amor, temos os cans fieis das verbas-, a ese vender mi yo del que Savinio dice avergonzarse al recordar como en su juventud derramaba delante de la amada una desmedida elocuencia para darse a conocer y seducirla con vehemencia. Pero no dejo de reconocer que pensar en el amor que se requiere para labrar la hondura del silencio del que habla Savinio- Dolcemare- de Chirico** es reconfortante: “Finalmente , nuestra desnudez aparece sin palabras, sin velos y, en consecuencia, silenciosa […] ¿ Es que ya no me oyes en el silencio como yo, en el silencio, te oigo a ti?”
(Nueva Enciclopedia, Alberto Savinio. Edit. Acantilado 2010)
Si quieren leer algunas entradas de este curioso y provocador libro de Savinio pinchen aquí. Podrán ver también cuadros de este escritor y pintor (hermano de Georgio de Chirico)
*Os Inseparables de Fhiser, en As Chamadas perdidas. Manuel Rivas. Edicións Xerais de Galicia.
** Alberto Savinio y Nivasio Dolcemare son seudónimos de Andrea de Chirico (Atenas, 1891- Roma, 1952)
***
Oswaldo Montenegro: A metade
" Pero no me importaban los juguetes.
Oye, ¿cómo dijiste que se llamaba tu mamá?
Mariana"
Aún palpitaba la herida de la segunda guerra mundial y la amenaza de la bomba atómica, pero la industrialización avanzaba y las caderas de Lilia Prado y Tongolele se movían al mismo ritmo que los deseos de los mexicanos: dejar atrás el mundo antiguo y modernizarse. Aprender inglés, comer hamburguesas, tomar Coca Cola o descartar el tequila para servir whisky y "blanquear el gusto de los mexicanos". Carlos, protagonista y narrador de Las batallas en el desierto, evoca aquella época de su preadolescencia con la sombra incomprensible de la guerra, la maledicencia, el racismo social, el deseo, los tocamientos malos y la confusión en su inocente mirada sometida a la prejuiciosa visión de los adultos. Sin embargo nada será vivido con tanta conmoción e intensidad como el enamoramiento de Mariana, la mamá de su amigo Jim y amante de un político de la época:
"Por hondo que sea el mar profundo
no habrá barrera en el mundo
que mi amor no rompa por ti".
(letra del bolero Obsesión, Pedro Flores)
No dejen de leer esta maravillosa novela corta, bello recuerdo de un inocente amor infantil y lúcido ajuste de cuentas con la realidad que al propio autor, José Emilio Pacheco, le tocó vivir en su infancia. Las batallas en el desierto, con un lenguaje y estilo sencillo, traza un retrato del México de los años cuarenta, espejo de un mundo en transformación que mantenía la absurda ilusión y esperanza de que el paraíso en la tierra podría ser alcanzado. Con el tiempo llegarían la frustración y el desencanto, y la esperanza se (nos) ofreció tan imposible como lo fue el amor de Mariana para Carlos. Les dejo un visionario fragmento de esta extraordinaria narración y un sugestivo vídeo con la bailarina Yolanda Montes, la poderosa y sensual Tongolele: sus piernas, sus senos, el misterioso sexo escondido… Aunque para el niño Carlos, "la imagen de Mariana reaparecía por encima de Tongolele".
“Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos.
Sin embargo había esperanza […]
Para el impensable año dos mil se auguraba –sin especificar cómo íbamos a lograrlo- un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinámica (palabras de la época). A nadie le faltaría nada. Las máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles y fuentes, cruzadas por vehículos sin humo ni estruendo ni posibilidad de colisiones. El paraíso en la tierra. La utopía al fin conquistada”.
Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco
Tusquest Editores, 2010/ Edit. Xalaparta 2001
Soy de regresar a espacios significativos y vitales. Tal vez en el arrobo y deslumbramiento de un primer encuentro no repose la mirada en mi ansia por ver. O porque, como a los niños, me guste recrear un mismo cuento para afianzarme en él, recorrerlo y escudriñarlo con detenimiento y pasmarme en cada uno de sus más preciados y secretos rincones. El mundo en un jardín (A. Muñoz Molina) y la entrada de Inés González en su cuaderno Incisiones múltiples, me han regresado a la silenciosa desnudez de la voz de Emily Dickinson, un espacio solitario, nostálgico y penetrante que me conmueve en su Casita albana, me hiere en el hermetismo de sus ventanas y me sobrecoge por afrontar en el interior ese huésped más helado. Y por extrañas asociaciones –casi siempre gozosas para mí- algunos de los versos de la escritora me han recordado un hermoso corto de animación: La parábola de la mantis. Les invito a verlo al final de esta selección de poemas (traducción Silvina Ocampo, Barcelona, Tusquets Editores, 1985)
Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona.
Presentimiento es el susurro tenue
que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.
Venerar los días simples
que guían las estaciones,
solo exige recordar
que a ti o a mí
pueden quitarnos
eso nimio llamado inmortalidad.
-
Investir la existencia
de un aire majestuoso
solo exige recordar
que para el cielo
esa bellota que está allí
es el óvulo de los bosques.
-
¡Dame el ocaso en una copa,
enumérame los frascos de la mañana
y dime cuánto hay de rocío,
dime cuán lejos la mañana salta-
dime a qué hora duerme el tejedor
que tejió el espacio azul!
¡Escríbeme cuántas notas habrá
en el nuevo éxtasis del tordo
entre asombradas ramas-
cuántos caminos recorre la tortuga-
cuántas copas la abeja comparte,
disoluta del rocío!
También, ¿quién puso la base del arco iris,
también, quién guía las esferas dóciles
por juncos de azul flexible?
¿Qué dedos atan las estalactitas-
quién cuenta la plata de la noche
para saber si nadie está en deuda?
¿Quién edificó esta casita albana
y cerró herméticamente las ventanas
que mi espíritu no puede ver?
¿Quién me dejará salir un día de gala
con implementos de vuelo,
fugaz pomposidad?
Naturaleza es lo que vemos -
la montaña – el poniente-
la ardilla – el eclipse – el abejorro -
no – naturaleza es el cielo -
naturaleza es lo que oímos -
el bobolink – el mar -
el trueno – el grillo -
no – naturaleza es la armonía -
naturaleza es lo que sabemos -
no tenemos arte para decirlo -
tan impotente es nuestra sabiduría
para tanta simplicidad.
El viento –golpeó como un hombre cansado–
y como un huésped –«adelante»
respondí valientemente– entró
en mi habitación
un veloz –invitado sin pies
a quien ofrecer una silla
era tan imposible como ofrecer
al aire un sofá–
ningún hueso tenía para sostenerlo–
su diálogo era como el simultáneo alboroto
de numerosos pájaros
en una rama superior–
su continente –una oleada–
sus dedos, al pasar
dejaban oír una música –como tonadas
sopladas trémulas en un vidrio–
siguió su visita –aún revoloteando–
luego como hombre tímido
otra vez, golpeó –como una ráfaga
y yo me volví sola–.
La ventaja de la desesperación se logra
sufriendo – desesperación-
de estar asistido -por reveses-
uno tiene que haber conocido el revés-
el valor de sufrir como
el valor de la muerte,
se conoce probándolo-
no lo puede otra boca
de salvadores -volvednos conscientes-
como nosotros mismos hemos compartido-
la aflicción nos parece impalpable
hasta que a nosotros mismos nos hiere
Cualquiera que desencante
a un solo ser humano
por traición o por irreverencia
es culpable de todo.
Inocente como un pájaro-
gráfico como una estrella-
hasta una sugestión siniestra
que las cosas no son lo que son-