28 de mayo de 2010

El Piano


Para M.

El Piano
La noche estaba templada y el vino de la Taberna de Cesar era “falador”, aunque tanto a M. como a mí enganchar la charla nunca se nos hizo difícil. Imagínate, me decía él, te hablo del año 47 o 48, ya no recuerdo bien, tendría no más de cinco años. Vivíamos allí, como una piara, Antonio, Alicia, Carmen, Sebas y yo, que era el más chiquito. De mis hermanos, sólo Antonio trabajaba, y mi madre, que lavaba ropa para otros, cosía por las casas, vendía peixe por los barrios… Vamos, qué sé yo los mil y un enredos que hacía la mujer para apañárselas con aquella tropa. Y era la abuela, la madre de mi padre muerto, una analfabeta que firmaba con una cruz, quien cuidaba de nosotros, atendía la casa y criaba un par de cerdos y unas gallinas que picoteaban en un huertito. ¡Imagínate!, repetía M, mientras sonreía con ironía y me miraba con ojos regresados al pasado y aún sorprendidos al evocar la historia que contaba.

Fue de pronto que lo vimos en mitad de la calle, el carro tirado por una mula y el hombre en el pescante con mono azul y visera. El traqueteo y el eco de las pisadas del animal en el empedrado nos hizo mirar por la ventana del cuarto donde dormíamos los varones, aún con las legañas en los ojos, porque era sábado y no había escuela. Soooo! dijo el hombre aquel tirándole de las riendas a la mula, y se paró allí, justo delante del portal de nuestra casa. Dos golpes de llamador y mi madre acudió a abrir la puerta seguida de nosotros cuatro.
-Buenos días, dijo el hombre.
Y señalando al bulto del carro que venía envuelto en una tela negra, preguntó:
-Señora, ¿dónde le dejo el piano?
Mi madre ni debió mirar el bulto, vamos, supongo yo, ante aquella cosa tan inverosímil, ¡imagínate!, ¡un piano!
-Se ha equivocado usted, para aquí no es, respondió mi madre un poco seca. Porque ella era así, muy entera y de las que no tenían tiempo que perder. Y ya se daba la vuelta para entrar en casa cuando el carretero sacó del bolsillo un papel y en voz alta leyó nuestra dirección y el nombre de mi hermano Antonio.
- Además, el piano está pagado, añadió el hombre.

Así que entre el desconcierto de mi madre y la incredulidad de todos nosotros, se colocó el piano en el comedor, el espacio más amplio de la casa. Y no veas tú, dios mío, ¡El Piano!, el piano se convirtió en una religión. Mis hermanas asistían embelesadas a aquellas tardes en que venía el afinador, un tipo alto, flaco, con bigotillo fino y torneado en sus puntas, de porte elegante a pesar de sus trajes rozados y con brillos en las coderas. Preparaban achicoria con algo de café y se mostraban solícitas, enamoradas de aquel dandy de maneras suaves, casi femeninas, que seducía hasta a la abuela que contó por primera vez que su marido había sido en su juventud organillero. De ahí, de ahí debía venirle al Antonio, decía la abuela. Y mi hermano, mi hermano hasta se olvidaba de comer, imagínate, que te hablo de los años cuarenta, ¡hasta de comer! El poco tiempo que le dejaba su trabajo en la cantera, porque trabajaba en una cantera, se lo entregaba a la música, una pasión secreta que le venía de tiempo atrás. Sin nadie saberlo había tomado clases con un amigo del afinador al que compró aquel viejo piano en el que ahora desgranaba escalas y partituras para desesperación de mi madre.

No recuerdo las manos de Antonio. Sí recuerdo su espalda, la leve inclinación de su cabeza, su nuca despejada sobre el piano. Y la sombra, la sombra que de él se proyectaba en un ángulo de la pared del comedor y se iba alargando al discurrir de las horas de la tarde. Nosotros hacíamos los deberes, sacábamos agua del pozo, limpiábamos la cuadra o ayudábamos en cualquier otra tarea de la casa, y él tocaba, a Beethoven, a Schubert, a Chopin … y no nos importaba. Le eximíamos de los trabajos por el prodigio de la música, aquella lluvia feliz nacida de sus manos que nos descubría el pálpito de otra vida, algo que jamás habíamos llegado a atisbar… la emoción de la belleza, una caricia cósmica, total, que arrumbaba la tristeza de los ojos y nos redimía de la roña de aquel oscuro vivir. Creo que hasta mi madre llegó a comprender. La recuerdo conmovida a la hora de la comida o de la cena que, con paciencia y ya resignada, lo llamaba, Antonio, Antonio, que tienes que comer… Así hasta el día en que un cartucho de dinamita le voló tres dedos de la mano izquierda.

En el patio trasero de la taberna de Cesar, M. me sirvió y se sirvió otro vino.
-Sí es falador este vino, sí lo es, confirmó M. una vez más.
Después levantó su copa. Por Antonio, por la música, por nosotros. Yo brindé con él y nuestras copas se tocaron. Bajo la luz de la luna llena que se filtraba entre las hojas del emparrado, callamos. Sólo el silencio de la noche y el nuestro.

22 de mayo de 2010

¡DespíDelos!

Me gusta: nunca falla el ingenio de El Roto para un descosido.
Y es que “el más interesado” en tomar esa medida dice “que ahora no tocaba” .
-¿Y por qué yo? -se preguntan algunos-, ¿es que le he tocado en una tómbola?
-Ay, meu rei, que tenías todos lo boletos, que dicen algunos que “Son reacios a la creación del nuevo impuesto por el efecto no deseado que podía tener en los movimientos especulativos”
ZaPe!

Y como no sé a que carta quedarme, les dejo tres proposiciones con ritmo y ustedes eligen:
1-Se viene el estallido con los argentinos Bersuit Vergarabat, muy cañeros ellos. Y no se corten, bailen, bailen y canten con ellos que de verdad que despeja la mala uva.
2-¿Por qué yo? de Los Enemigos, muy subversivos, ya en los noventa, y un poco ingenuos por la pregunta "¿Dónde puedo reclamar?"
3- Esta es pa relajarse, tomarselo con humor e non botar fume: Pensando no se llega a na, de Josele Santiago.
Las letras, al final.







Se viene el estallido,
se viene el estallido,
de mi guitarra,
de tu gobierno, también.

Se viene el estallido,
se viene el estallido,
de mi guitarra,
de tu gobierno también...

Y si te viene alguna duda
vení agarrala que está dura
si esto no es una dictadura,
qué es? qué es...?

Se viene el estallido,
se viene el estallido,
de mi garganta,
de tu infierno, también

Y ya no hay ninguna duda
se está pudriendo esta basura
fisura ya la dictadura
del rey...!

Volió la mala fue corta la primavera
cerdos miserables comiendo lo que nos queda
Se llevaron la noche, nuestra única alegría

Gente poniendo huevos
para salir de esta rutina.
Se viene el estallido

¿Por qué yo?
No fui yo, yo no,
alguien me la pegó,
¿por qué yo?
No fui yo, yo no,
¿quién me encerró
dentro de este cascarón?

Mire usted,
¿no cree que estaría mejor
como aquél...?
Y ¿por qué él y no yo?
Eh, cómo se lo ganó,
¿o es que llegó antes que yo?

¿Dónde puedo reclamar?
A mí esto no me gusta.
¿Con quién tengo que ir a hablar?
Dímelo, no me asusta.

No fui yo, yo no,
¿quién me engaño?
Sí, lo sé.
Sí, lo sé,
ay, si lo llego a saber
iba a estar yo aquí, ¿de qué?

¿Dónde puedo reclamar?
A mí esto no me gusta.
¿Con quién tengo que ir a hablar?
Dímelo, no me asusta.

Entiéndalo, discúlpenos,
los hay que están peor.

No fui yo, yo no,
alguien me la pegó,
¿por qué yo?
No fui yo, yo no,
¿quién me encerró
dentro de este cascarón?

¿Dónde puedo reclamar?
A mí esto no me gusta.
¿Con quién tengo que ir a hablar?
Dímelo, no me asusta.

¿Dónde puedo reclamar?
A mí esto no me gusta.
¿Con quién tengo que ir a hablar?
Dímelo, no me asusta.

Pensando no se llega a na
Pensando!!...
puedes acabar
apuntalo chaval
pensando no se llega a na
pensando...
te puede pasar
pensando en pensar
así es como quieres terminar
cuidado...
pensando!!...
ni es vida ni es na
lo necesitarás
sálo para no sentirte mal
pensando!!...
nadie te querrá
nada importará
nunca volverás a ser igual
ten cuidao o acabarás
anulao, pensando y pensando mal
cuidado avisao estás
espantao te encontrarás
despechao de ver que no hay vuleta atrás
pensando en como no pensar
cuidado...
pensando!!...

13 de mayo de 2010

Esencias

O Courel
"Eiqui sempre foi bosque"
Uxío Novoneyra

A pesar de la cantera de heridas (les remito a una entrada anterior, Sos Courel), sus montañas, bosques y valles son memoria viva del tiempo y mantienen primigenias esencias. Las mismas que O poeta de O Courel, Uxío Novoneyra -a quien se le dedica el próximo 17 de mayo el Día das Letras Galegas -, supo aprehender y expresar con la palabra. Los versos que siguen están tomados del libro Os Eidos, canto pannaturista, telúrico y existencial, donde la parquedad de palabras, la capacidad de síntesis, las numerosas elipsis y los juegos fonosimbólicos, que caracterizan la poética de Novoneyra, permiten múltiples interpretaciones y apelan a la inteligencia y sensibilidad del lector.

Amo e por esixo a beleza
Amo y por eso exijo la belleza

Eu son esto que vexo e que me vei
Soy esto que veo y que me ve

Tendo o meu silencio
e paro o tempo.
Tiendo mi silencio
y paro el tiempo.

Levado do outo val
deixando correr o tempo
eu e o aire da tarde somos o mesmo silencio-
Llevado del alto valle
dejando correr el tiempo
yo y el aire de la tarde somos el mismo silencio.

A mañá limpa como o ollo do galo i eu tiña
o ar da anduriña.
La mañana limpia como el ojo del gallo y yo tenía
el aire de la golondrina.

Fala a tarde baixiño
e o corazón sínteo.
Habla la tarde bajito
y el corazón lo siente.

Esta auga da presa
son eu ou é ela?
Esta agua de la presa
¿soy yo o es ella?

De tanto calar xa falo eu solo
De tanto callar ya hablo solo

a inminencia do posible
o máis temido
pon á ave a seestra
Sólo la inminencia de lo posible
lo más temido
pone al ave a la siniestra

Iste desacougo! Esta cousa! Esta mao xorda que tira!
Iste querer irse sin saber para onde!
¡Esta desazón! ¡Esta cosa! ¡Esta mano sorda que tira!
¡Éste querer irse sin saber para donde!

Chove para que eu soñe
Llueve para que yo sueñe

NEVA para atenuar o MUNDO
NIEVA para atenuar el MUNDO

CHOVE
e sólo o quedo se move
LLUEVE
y sólo lo quieto se mueve

Frores de maio
nevando dos mazairos
para que un quede aínda máis quedo
que ollándovos no alto
Flores de mayo
nevando de los manzanos
para que uno quede aún más quieto
que mirándoos en lo alto

Nunca eu fun
como te amo.
Nunca fui
como te amo.

Bailas e faisme libre
Bailas y me haces libre

Co teu pelo podería tecerse
a única cota de malla
contra das noites agudas.
Con tu pelo podría tejerse
la única cota de malla
contra las noches agudas

Podo fincar só na túa imaxe.
Levo esta seguranza na noite.
Puedo quedar sólo en tu imagen.
Llevo esta certeza en la noche.

Amiga lene de horas solas –choiva e bosque- !
Gracia antiga
nas túas mans gárdanse os ritos esquecidos.
D’ elas ós teus ollos
a miña ollada ergue o prego xordo de quen quere ter senso.
Mais inda no pulo do amor
eu sei que só pdemos aspirar a un tempo de intres.
Non lle neguemos nada a esta hora nosa.
Logo volverán os días en que todo se vira.
Sí, amiga, non temos nada que non se perda doadamente.

Amiga dulce de horas solas –lluvia y bosque- !
Gracia antigua
en tus manos se guardan ritos olvidados.
De ellas a tus ojos
mi mirada alza el ruego sordo de quien quiere tener entendimiento
Pero aún en el impulso del amor
yo sé que sólo podemos aspirar a un tiempo de instantes.
No le neguemos nada a esta hora nuestra.
Luego volverán los días en que todo se quiebre.
Sí, amiga, no tenemos nada que no se pierda fácilmente.

4 de mayo de 2010

Vermello Pasador

Mantones de manila, Cohen Fusé

Lembras, miña amiga,
o vento nas súas mans,
a oliva madura dos beizos
e na cova verde o tacto da terra?
Mais agora que regresa a primavera
co paxaro na boca
e a rosa da silveira torna a abrollar,
pon no teu pelo o vermello pasador,
miña amiga, ese que gardas,
e a saia verde e a chambra branca,
e baixo os acios de luz que derraman
ao teu paso as glicinias violetas
ou sob o templete das rosadas neves
das mazairas , baila, miña amiga,
que nunca ha volver a mesma luz
nin ha virar o vento ao mesmo compás
e só ha de ficar o eco dos teus pasos dados
e o fulgor dun roibén que cedo se esvaece

¿Recuerdas, amiga,
el viento en sus manos,
la oliva madura de los labios
y en el nido verde el tacto de la tierra?
Pero ahora que regresa la primavera
con el pájaro en la boca
y la rosa de la zarza vuelve a brotar,
pon tu rojo pasador en el pelo,
ése que guardas, amiga,
y la falda verde y la blusa blanca,
y bajo los racimos de luz que derraman
a tu paso las glicinias violetas
o bajo el templete de las rosadas nieves
de los manzanos, baila, amiga,
que nunca vuelve la misma luz
ni gira el viento al mismo compás
y sólo quedará el eco de tus pasos dados
y el fulgor de un arrebol que pronto se desvanece