26 de junio de 2009

Mirando a La Gionconda


Esa sonrisa es burla. Burla de mí y de todos
los que creemos que creemos que
la cultura es un líquido que se bebe en su fuente
un síntoma especial que se contrae
en ciertos sitios contagiosos, algo
que se adquiere por ósmosis”.
("Mirando a la Gioconda",
Rosario Castellanos)


Los elementos que aparecen en la imagen superior son frecuentes en el mundo pictórico del autor del cuadro: cortinas recogidas, una esfera, un recorte de cielo con nubes y un horizonte abierto al mar. Todos ellos son propios y nos remiten al peculiar universo del surrealismo de René Magritte. Pero quizás lo más surrealista que se nos ofrece no es la composición, sino el título elegido para ella: La Gioconda. Sólo un capricho o un juego intelectual por parte del pintor pueden explicar la elección de ese título, pues nada hay en él que pueda sugerirnos a la dama "alegre" retratada por Leonardo da Vinci. A parte de producir extrañamiento y desconcierto ¿qué es lo que pretende Magritte con la elección del título para esa onírica composición? Les dejo esa pregunta. Mi respuesta a ella tal vez está implícita en el texto que sigue:

Decía Simone de Beauvoir en La edad de discreción que “Ver cosas es ocioso. Tiene que haber un proyecto o una pregunta que nos ponga en relación con ellas”. Y es que a veces creemos que con llegar y tocar el santo ya podemos darnos por satisfechos. Así, por ejemplo, vamos a la Catedral de Santiago, metemos los dedos en los agujeros del “Santo de los croques”(1), golpeamos tres veces la cabeza contra la piedra granítica – la mayoría sin saber a cuento de que- y ya creemos que estamos nimbados. Claro que si nos hacemos una pregunta, una tonta preguntita, nos damos con un canto en la cabeza y salimos con un metafórico chichón para el que nos aplicamos la pomada del adjetivo “Imbécil”. Por borregos.

Les diré que algo muy parecido a lo que describen los versos de Rosario Castellanos que encabezan la entrada,“Mirando a la Gioconda”, experimentó una Shandy veinteañera delante de ese pequeño cuadro que está en el Louvre protegido por un grueso cristal antibalas. Una sensación de frustración cuando, después de “Faire la queu” -algo que detesto, aunque en aquel tiempo era más sacrificada- y de amasarme en un día asfixiante de calor entre otros cándidos turistas, me esforzaba yo en auparme en las puntas de los pies y , desde la distancia (¿unos ocho metros?), adivinar la mirada misteriosa y la benevolente sonrisa de burla de una de las pinturas más famosas de la historia del arte: ¡ La Mona Lisa o Gioconda, de Leonardo da Vinci! Bien, había tocado el Santo –y ni siquiera eso- . ¿Y ahora qué?

Disculpen la larga y desconcertante introducción de esta entrada. Pero no se apuren, que yo sí les voy a dejar tocar el Santo. Porque mi Santo de hoy es mostrarles un microrrelato que desencadenó toda esta reflexión y trajo a la memoria las palabras de Simone de Beauvoir y el misterioso cuadro de Magritte. Por supuesto que son asociaciones imprevistas y subjetivas. Y no se extrañen, que ya saben que los mundos interiores de cada cual y los prejuicios son así de caprichosos.

El cuentito que les dejo al final se titula también La Gicoconda, y, como buen micro, se presta a distintas interpretaciones. En principio se presenta como la búsqueda de una pintura y la génesis de su creación. Pero también se puede entender como la metáfora de una actitud ante la vida. En el protagonista de este breve relato hay una conciencia clara y una férrea voluntad de descubrimiento, de indagar y encontrar por sí mismo a riesgo de perecer en distintas batallas. En esa búsqueda incesante de un Maravilloso cuadro reside un proyecto y unas preguntas que yo asocio a las palabras de Simone de Beauvoir. Se podría pensar que la búsqueda afanosa de algo muy concreto puede ser inútil, porque en la vida no se trata de encontrar ningún Santo Grial, y además la no satisfacción de un único deseo puede conducir a la frustración. Pero es que la Gioconda de este cuento se nos ofrece como un “Mar”, y pienso yo en el Mar de Kavafis en el que hay tantas Ítacas a las que abordar. Esta Gioconda es uno y mil deseos, uno y mil proyectos, algo que nos impulsa a luchar, a caminar, a amar y a buscar y encontrar por nosotros mismos sin ser conducidos como ovejas del rebaño. En cuanto a la estructura del cuento me llama la atención la capacidad de síntesis de su autor, que en pocas palabras describe la historia de toda una vida. Sólo hay cuatro adjetivos, tres de ellos referidos al cuadro con una fuerte intensidad semántica: "Maravilloso, Fabuloso, Soñado". Las oraciones yuxtapuestas y verbos de movimiento imprimen un ritmo rápido y las estructuras sintácticas paralelístiscas confieren el ritmo poético. Observen como se va encadenando el relato con la conjunción adversativa “Pero”.


Y ya me callo. Les dejo con el microcuento y el poema completo de Rosario Castellanos. Ah, se me olvidaba decirles que en la próxima entrada les mostraré otras Giocondas que parafrasearon a la de da Vinci. Hoy sólo me apetecía imaginar detrás de las cortinas y del cielo de Magritte y entretenerles adivinando a La Mona Lisa en los escritos de Cesar Fernández Moreno y Rosario Castellanos.

LA GIOCONDA

Supo que había un cuadro maravilloso llamado la Gioconda. Pero quería descubrirlo por sí solo. Se dedicó, desde muy joven, a ignorar la historia y la geografía. Un día partió a recorrer mundo en busca del fabuloso cuadro. Recorrió tiempos y ciudades, entró en palacios y mesones, agotó galerías agobiadas de obras magníficas. Pero ninguno era la Gioconda.
Muchas veces estuvo por abordar a los guías y preguntarles de una vez dónde hallar el soñado cuadro. ¡Era tan sencillo que lo tomaran de la mano y lo dejaran frente a ese mar!
Pero siguió buscando por sí solo. Amó a muchas mujeres cuyos ojos le parecían los de la Gioconda. Luchó con hombres en cuyos labios presentía la sonrisa de la Gioconda.
Llegó un momento en que el mundo ya no tenía secretos para él. Pero nada sabía aún de la Gioconda. A la sazón, había llegado a Florencia a principios del XVI.
Entonces desesperado pintó la Gioconda.


Mirando a la Gioconda

(En el Museo del Louvre, naturalmente)

¿Te ríes de mi? Haces bien.
Si yo fuera Sor Juana
o la Malinche o, para no salirse del folklore,
alguna encarnación de la Güera Rodríguez
(como ves, los extremos, igual que Gide, me tocan)
me verías, quizá, como se ve
al espécimen representativo
de algún sector social de un país del Tercer Mundo.

Pero soy solamente una imbécil turista de a cuartilla,
de las que acuden a la agencia de viajes para que
les inventen un tour. Y monolingüe
¡para colmo! que viene a contemplarte.

Y tú sonríes, misteriosamente
como es tu obligación. Pero yo te interpreto.

Esa sonrisa es burla. Burla de mí y de todos
los que creemos que creemos que
la cultura es un líquido que se bebe en su fuente
un síntoma especial que se contrae
en ciertos sitios contagiosos, algo
que se adquiere por ósmosis.

Cesar Fernández Moreno, “La Gioconda” en Cuentistas hispano-americanos en La Sorbona, antología de Olver Gilberto de León, Barcelona, Ediciones Mascarón, 1983

Rosario Castellanos, “Mirando a la Gioconda” en Poesía no eres tú, obra poética 1948-1971, Fondo de Cultura Económica, Letras Mexicanas, México, 1972.

(1)Santo de los croques (Santo dos croques): pequeña escultura perteneciente al Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, creada por el Maestro Mateo. Representa a un hombre arrodillado que, de espaldas a las demás esculturas, parece estar rezando. Existe una antigua tradición de los estudiantes de la Universidad de Santiago de chocar sus cabezas tres veces contra esta escultura para que les transmita sabiduría.

18 de junio de 2009

II Don Juan Tenorio/ Giacomo Casanova


"Sevilla a voces me llama
el burlador, y el mayor gusto
que en mí pueda haber
es burlar a una mujer
y dejarla sin honor".
Don Juan ( El burlador de Sevilla)

"Las dejé bien servidas"
Giacomo Casanova

Decía en la entrada anterior que Giacomo Casanova y Don Juan Tenorio -además de otros contrastes comentados -encarnaban mitos eróticos diferentes. Adelantaba también, que es en el modo de seducir y en la finalidad de la conquista donde se manifiestan estas diferencias (fíjense en las citas que encabezan la entrada, en las palabras de ellos se observan dos actitudes bien distintas hacia lo femenino). Partiendo de las diferencias apuntadas, analizaré a cada uno de estos personajes. Al final describiré algunas características que, a mi juicio, siguen manteniendo los varones que hoy merecen estos calificativos.


1-Don Juan Tenorio

La finalidad de la conquista
Don Juan, como caballero español y católico, entiende que el amor fuera del matrimonio es pecado y, desde esta perspectiva, la mujer es vista como un ser diabólico que encarna la tentación. Por otra parte, conceptos como honra y honor son valores importantes en la sociedad de la época, especialmente para lo femenino, y el desafío y la transgresión de ellos es atractiva para un hombre arrogante y provocador como Don Juan. Así, la finalidad que mueve al Tenorio en la conquista, no es tanto el goce sexual como demostrarse a sí mismo que es capaz de vencer la resistencia de cualquier mujer para arrebatarle su honra y comprometer el honor del hombre o la familia a la que pertenece.

La manera de seducir
Para alcanzar su objetivo nada le detiene, y no duda en traicionar a un amigo, recurrir al engaño y a la mentira, o a falsas promesas de amor perdurable y matrimonio (en el caso de mujeres nobles, amparado en la oscuridad de la noche, se hace pasar por los prometidos o amados de ellas. En el caso de las plebeyas, recurre a promesas de matrimonio sabiendo que la sociedad de la época no aceptaría la unión entre un noble y una plebeya).
En cuanto a la conquista, la mujer ha de presentarse como un reto difícil, pues el disfrute de Tenorio será mayor cuanta más oposición reciba por parte de lo femenino. Pero una vez que ha conseguido seducir y enamorar a la mujer, pierde el interés por ella y necesita de una nueva víctima. La mujer abandonada, desposeída de su honra y comprometido su honor, se siente burlada y humillada y además experimenta un sentimiento de dolor, frustración y desesperación. Porque Don Juan ha penetrado en el alma de ella y ha creado una dependencia emocional al despertar un sentimiento y una pasión que van más allá de lo puramente físico. Es por esto que las mujeres ven en Don Juan un enemigo del que deben huir y protegerse.
Se podría concluir que Don Juan es un hombre que no ama a las mujeres y al que tampoco interesa el amor. Lo que busca es rebelarse contra un código de valores y satisfacer su vanidad y su ego personal. Es un varón deshonesto y perverso que seduce con el engaño y la mentira y no le importa el dolor ni la infelicidad que pueda provocar.



2-Giacomo Casanova

La finalidad de la conquista
Para Casanova no hay nada en esta vida más importante que las mujeres. Por ellas está dispuesto a abandonar cualquier cosa, aunque el sentimiento que despiertan en él no es un amor espiritual y romántico, sino puramente físico y sexual. Casanova es un hombre obnubilado por lo femenino, un ser instintivo que ama y desea a las mujeres y se rinde a ellas, pero en cuanto seres eróticos, hembras que le dan placer sexual, pues éste es el máximo goce que un hombre como él puede experimentar en esta vida. La finalidad de sus conquistas no es, como en el caso de Don Juan, burlar a la mujer y arrebatarle la honra o el honor, conceptos que no rigen ni tienen valor en la vida del veneciano, sino dar y recibir el máximo placer físico. Lo que él ofrece es cuerpo a cambio de cuerpo, disfruta de y con las mujeres y se deleita entregándose a ellas y dándoles placer. Si en el caso de don Juan la oposición de la mujer era un incentivo para la conquista, en el caso de Casanova la mujer más adecuada es aquella que no ofrece resistencia, aquella que antes se entrega a la desnudez. Además, no repara en cuestiones físicas, ni de edad ni clase social. Para él es tan sublime una jorobada como una hermosa mujer, una vieja recia como una joven muchacha, una prostituta o una dama con título nobiliario.

La manera de seducir
En la conquista Casanova pone en juego sus dotes de seducción, es un pavo real que despliega sus habilidades para la danza, la música o la palabra. Se muestra como un caballero galante que recurre a la adulación y al halago fácil, ofrece regalos y derrocha sensualidad. Pero no promete más de lo que puede ofrecer, no engaña ofreciendo matrimonio ni promesas de amor, ofrece el placer físico y cumple: "Las dejé bien servidas". Desde luego que Casanova no es deseado por las mujeres como marido, pero sí como amante, porque es el macho vigoroso, incansable e insaciable que siempre está dispuesto y cumple lo que promete.
Se podría concluir que Casanova conquista y seduce sin destruir porque no provoca dolor ni frustración, su erotismo es más frívolo y no penetra en el alma femenina. Si las mujeres seducidas por Don Juan se previenen contra él, a Casanova se lo recomiendan y lo comparten porque despierta en ellas la voluptuosidad, las desinhibe y las hace felices al ofrecerles un gran placer físico.


3-La contemporaneidad de los mitos

Si actualizamos a ambas figuras como mitos de la seducción, tendríamos a dos atractivos varones que, en esencia, siguen manteniendo características que identifican y oponen a los personajes de los que toman sus nombres.
El Don Juan de hoy es un hombre enamoradizo, cínico y narcisista que entiende la conquista como un reto y una competición, disfruta con la oposición de lo femenino menospreciando a la que él tilda de “mujer fácil”. Es celoso, posesivo y acaparador mientras está en el cortejo. No tiene escrúpulos y todo vale con tal de alcanzar el objetivo que se propone. No le importa traicionar al amigo ni engañar a las mujeres a las que habla de amor perdurable sabiendo que miente. Encadena una conquista con otra y alardea de ellas porque en ello basa su afirmación y autoestima personal. Es un hombre deseado pero también odiado porque genera expectativas y crea una dependencia emocional que conduce a la frustración y a la infelicidad.
En cuanto al Casanova contemporáneo, tampoco tiene nada de romántico ni sentimental. Es un hombre primordialmente instintivo y carnal que no puede resistir el encanto de la pluralidad de lo femenino y se rinde con gusto y facilidad ante la primera que está disponible. Le gusta seducir y ser seducido y, en algunos casos, no le importa compartir ni ser compartido para alcanzar su objetivo. Un Casanova no entiende de amor perdurable ni compromisos, ama a las mujeres en cuanto encarnan el deseo y el goce físico, pero tiene a su favor que ofrece sensualidad y placer. En este sentido hace felices a las mujeres y por esto es apreciado como buen amante.

Y digo yo que habelos, haylos. A un Don Juan hay que temerle y huirle, es un embaucador que no tiene en cuenta los sentimientos ajenos y destruye lo que dice amar. De entrar en el juego de un Casanova hay que esperar sólo lo que él está dispuesto a dar y ofrecer, cuerpo y placer físico.

Les dejo dos vídeos. El primero son escenas de una adaptación de la obra de Tirso de Molina, El burlador de Sevilla, para TVE. El segundo pertenece a la película El Casanova de Federico Fellini.







6 de junio de 2009

I- Don Juan Tenorio/ Giacomo Casanova





¡Qué largo me lo fiáis!
Don Juan (El Burlador de Sevilla)

Después de esto no hay probablemente nada
Giacomo Casanova


La figura literaria de Don Juan nace con El Burlador de Sevilla, obra de teatro escrita por el monje mercedario Tirso de Molina en el siglo XVII. Desde entonces han sido numerosos los escritores que recrearon a este personaje tomando como referente el Tenorio de Tirso. En las letras españolas, Antonio de Zamora, Espronceda, Zorrilla, Azorín; en la literatura francesa Molière, Corneille, Rostand; en la inglesa, Lord Byron y Bernard Shaw. Incluso ha sido fuente de inspiración para músicos de la talla de Mozart que compuso su famosa ópera, con libreto de Lázaro da Ponte, Don Giovanni.
Siendo mi intención contrastar en esta entrada la figura de Don Juan Tenorio con la del veneciano Giacomo Casanova, me remitiré aquí al primigenio Burlador, el creado por Tirso. Aunque ambos personajes, Don Juan Y Casanova, encarnan el paradigma del varón seductor y su fusión e identificación es frecuente, sin embargo existen entre ellos claras diferencias.
La obra de Tirso, escrita en la España de la Contrarreforma, muestra a un personaje que con su conducta libertina transgrede todos los valores de una época. Por esta actitud, entendida por su creador como temeraria y soberbia, será condenado al final de sus días a las llamas del infierno. Don Juan es por tanto una ficción literaria que nace de la pluma de un monje mercedario con un claro propósito moralista: "No hay plazo que no se cumpla y deuda que no se pague". Frente a esto, Giacomo Casanova es un personaje histórico, un ser de carne y hueso que al final de su existencia escribe en Histoire de ma vie sus memorias. En su autobiografía, puramente descriptiva, no le mueve otra intención que la de deleitarse con complacencia en lo vivido, contando sin ningún tipo de tabúes ni prejuicios sus andanzas y hazañas eróticas en la Europa ilustrada y de costumbres relajadas de mediados del XVIII.
Don Juan es presentado por su creador como un caballero español, hijo de nobles y educado en la férrea moral católica de la Edad Media. Conocedor de un código de valores, es consciente de transgredirlo, pero gusta de ello aunque no ignora que su comportamiento es inmoral. Para Don Juan existe el concepto de “Pecado” y “Aunque largo me lo fiáis”, también existe un más allá. Frente a esto, el italiano, hijo de comediantes de clase burguesa, se presenta a sí mismo como un aventurero y vividor, y aunque culto y educado, sin ningún tipo de ética y moral. Casanova, ante la dudosa existencia de un más allá, es un hedonista que personifica el Carpe Diem y cuyo máximo valor es el disfrute y placer que la vida terrenal pueda ofrecerle. No se plantea el concepto de pecado ni tiene conciencia de transgredir código de valores alguno, simplemente porque para él no existe. Desde esta perspectiva, la actitud del veneciano sería calificada de amoral.
Partimos pues de dos personajes con orígenes desiguales y cuya historia se desarrolla en contextos espacio-temporales diferentes que condicionan maneras de actuar y pensar. Cierto que tienen en común ser jóvenes y atractivos varones que obtienen el favor y gozan de las mujeres, razones éstas que los han convertido en mitos de lo popular. Pero también en el modo de seducir a lo femenino y en la finalidad de la conquista, se manifiestan como figuras antitéticas que encarnan dos formas diferentes de erotismo.
Se podría resumir diciendo que Don Juan es un cínico que conquista a las mujeres con engaños y falsas promesas, produciendo en ellas frustración e infelicidad; mientras que Casanova sería el amante perfecto que, sin promesas de amor eterno, las hace felices al ofrecerles un gran placer físico. Pero para no extenderme demasiado, será en la próxima entrada donde analizaré estas diferencias con más detalle.
***
Casanova Giacomo, Memorias. Madrid, 1982. Aguilar. Colección Joya. Cinco tomos. Traducción del francés de Gloria Camarero. Prólogo de Julio Lago alonso. Con ilustraciones de dibujos originales de De Maillart.

Giacomo Casanova, Memorias de España. Madrid, 2006. Edit. Espasa Calpe. Traducción Pedro Crespo.

Stefan Zweig, Tres poetas de sus vidas (Casanova, Stendhal, Tolstoi). Barcelona 2008, Edit. Planeta. Traducción José Anibal Campos.

Tirso de Molina, El burlador de Sevilla y convidado de piedra. Editorial Castalia.