28 de enero de 2009

Tiempo y Literatura


A Pedro Glup Y Belencicuta

Cuando Dino Buzzati (Italia,1906-1972) cumple los cincuenta y ocho, escribe “Cumpleaños”, una reflexión a modo de pequeño relato - unha Cousa que diría Castelao- . En él, leo: El hecho de que algún día yo podría llegar a tener la misma edad que mi padre me resultaba completamente inimaginable (El Colombre, edit Acantilado)
La lectura de este cuento, trajo a mi memoria una escena infantil. Era invierno, y en el calor del comedor de mi casa yo hacía los deberes mientras mi madre leía el periódico. En un momento, ella expresó un pensamiento en voz alta, “Qué pena, qué joven murió este hombre”; y yo, que imagino mordisqueaba la gomilla del lápiz (qué poco me abstraían los deberes) y balanceaba las piernas bajo la silla, le pregunté que cuántos años tenía el hombre aquel. “Cuarenta”, respondió ella. Con la insolvencia propia de mi corta edad, le dije que tampoco era tan joven, y entonces mi madre abriendo mucho los ojos y con tono de reproche e indignación, contestó: “¡Son los que yo tengo!”

¡Cuarenta! ¡Pardiez! ¡Cuatro veces diez!…

Madre, debo disculpas…. Por aquel tiempo yo era una parvulita que todavía contaba por los dedos y no me alcanzaban los de las manos ni aún las dedas de los pies. Y como le ocurría a Buzzati con su padre, tampoco me veía con tu edad. Imposible imaginar que un calendario pariese años en rápida progresión hasta acercarme y alejarme de un número omnímodo que me sitúa en el XXI, un siglo que entonces sólo tenía cabida en las historias de ciencia ficción.

Pero qué bien que estoy aquí, a punto de cumplir un año más y deslizándome por la pendiente de la cuarentena con la misma cara de velocirráptor que muestran Calvin y Hobbes en la imagen de cabecera. Y retomando a Buzzati, “Ustedes se reirán pero no advierto en mí ninguna diferencia apreciable desde que tenía treinta años[…] Ha habido, ciertamente, una disminución de la cantidad de energía… pero en lo cualitativo, mi disposición sigue siendo la misma […] Tengo pues la absurda e incluso escandalosa sensación de que mi juventud no ha acabado todavía, aunque el espejo, la fecha de nacimiento, la forma en que el prójimo me considera, lo desmientan claramente”.

Claro está que suscribo las palabras del italiano, aunque el colorín del adverbio es mío. Y es que ese intruso, “Todavía”, me mete el dedo en el ojo. Porque, como Montano, el personaje letra-herido de Vila-Matas, enhebro hilo literario y sigo el vuelo de otros pájaros. Y ese adverbio me lleva a Santomé, el protagonista de La Tregua, inolvidable novela de Mario Benedetti : “Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: “Pero si usted todavía es joven. Todavía… Todavía quiere decir: se termina”.

Respiremos hondo… Sí, todo, todo se termina, y siempre habrá un intruso, una áspera palabra que nos defina como tiempo, como tiempo finito. Pero yo todavía me rebelo, porque “Todavía” es tiempo continuo, “Todavía” es gerundio. Martín Santomé no supo combatir ni retorcerle el pescuezo a ese intruso y pensando en el futuro desperdició parte del hermoso gerundio que Laura Avellaneda quiso ofrecerle. Por eso quiero que el final de todo este embrollo de Tiempo y Literatura sea el de Cumpleaños de Buzzati: “Tengo la confianza de un largo mañana, la ilusión, la esperanza… ¡la terrible esperanza!” ( el colorín es mío, el intruso de Buzzati).
***
Además de que me feliciten por mi cumpleaños (29, jueves), la entrada es para invitarles a leer:

Calvin y Hobbes, Bill Watterson, Ediciones B. Tiras cómicas con las aventuras y reflexiones de esta pareja de genuinos y divertidos filósofos. Humor inteligente y para todos los públicos.

El Colombre, Dino Buzzati, edit. Acantilado. Colección de cuentos. Fábulas, cuentos realistas y mundos oníricos nos adentran en el laberinto del ser humano. El italiano encandila.

La Tregua, Mario Benedetti, edit. Cátedra, Letras Hispánicas. Novela exquisita y de fácil lectura. El amor, el paso del tiempo, la amistad, las relaciones con los hijos… Lectura melancólica y de las que dejan huella.

El mal de Montano, Enrique Vila-Matas, edit. Anagrama. Para todos aquellos que disfrutan con lo metaliterario, que piensan en literatura, que deseen conocer al negro Tongoy, viajar a Valparaíso, buscar en una montaña perdida a un oscuro escritor…





25 de enero de 2009

El rompecabezas de Babelia

Si alguien me pide que honestamente elija mis lecturas preferidas del pasado año, no tendría en cuenta si los autores nacieron en el mapamundi de mi pueblo. Por tanto, me resulta comprensible que a la de hora de elaborar una lista con “Los libros del año 2008”, algunos críticos y colaboradores de Babelia (suplemento cultural del periódico El País) prefieran traducciones a la cosecha nacional. Otra cosa es que los responsables - a saber quiénes- de la elaboración del suplemento, parezcan tener especial empeño en jugar al trile, y a ver dónde está la bolita, con las votaciones y clasificaciones. Después de leer este artículo de Sergio Gaspar, mí no comprender. Pero si alguno de ustedes es capaz de explicármelo, prometo peregrinar a Barrio Sésamo y pedir a Epi y Blas que me enseñen los números ordinales.
(Agradezco a Blumm y su Desóxido el enlace con el artículo de Sergio Gaspar).

21 de enero de 2009

Ángel González: En el rincón de una cantina


“… aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
su memoria”
Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique

“Y muerto soy… y nadie me levanta
Palabra sobre palabra, Ángel González

Coplas a la muerte de su padre fue uno de los poemas preferidos de Ángel González. Lo eligió como “Poema favorito” para la antología de Miguel Munárriz, Poesía para los que leen prosa.
Sabiendo del escepticismo y agnosticismo del poeta, podría parecer extraña la elección de este texto. Sin embargo, más allá de la trascendencia místico cristiana de las Coplas, pienso que, como a otros muchos lectores, al poeta le cautivó la sencillez con que Manrique expone reflexiones profundas sobre la vida y la muerte: la fugacidad del tiempo, la muerte como destino, el bien morir, la permanencia en la memoria… Porque uno de los temas recurrentes en la obra de Ángel González, es precisamente la reflexión sobre la existencia del ser y el paso del tiempo, aunque en su caso lo haga desde una vivencia personal y sin didactismos. Y quizás es esto último una de las razones por las que me atrae la poesía de Ángel González, además del uso artístico y creativo que hace del lenguaje coloquial y el tono de humor e ironía que refresca muchos de sus poemas. Así, por ejemplo, la sonrisa aflora cuando leo:

“Las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches […]
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república,
y yo me pregunto:
¿en qué país se creerán que viven?
Estas cucarachas no leen los periódicos”.

No me veo en la devoción de escoger un texto del poeta -me gustan muchos-, pero hay versos que se han prendido en mi memoria. “Escribir un poema, marcar la piel del agua”,… me parece de una belleza tan indefinible como contundente la afirmación de “No creo en la Eternidad”, aunque se suavice con los versos que vienen después: “mas si algo ha de quedar de lo que fuimos/ es el amor que pasa”. Y es que el amor, tema muy presente en su poesía, parece salvar al poeta, al menos por unos instantes, de sentirse una pasión inútil:
“Creo en ti
Eres
Me basta”

Aunque a mí me gusta la idea amable de que el amor puede vencer a la muerte, también presiento que el polvo vuelve al polvo y que, con dioses o sin ellos, los muertos se quedan solos. Por eso, el mejor homenaje que nos puedan hacer que sea en vida. Al fin y al cabo, la permanencia en la memoria sólo es consuelo para los que estamos aquí y tenemos la necesidad de conjurar la ausencia con el recuerdo de los que nos dieron Vida. Y es por eso, un año después de la muerte de Ángel González, que escribo esto, egoístamente escribo esto, y egoístamente me emociona leer sus versos o escuchar al poeta recitarlos. Pero créanme, aún me emociona más verlo en este vídeo… sí, hasta sentir agujitas en los ojos y erizárseme la piel.


17 de enero de 2009

Editorial Milésima

A ver, no me digan ustedes que la imagen superior no es _______________ (les dejo que pongan ustedes los adjetivos). ¿Y qué tiene que ver esta imagen con una editorial? Pues decidan ustedes mismos______________ . A mí me sugiere que a cualquier editor le gustaría que los lectores se pusiesen cómodos; y en el excusado, en el metro, en el sillón de orejas, sentados, recostados o en cuclillas - o como les pluguiese-, lean. Pues supongo que los de Editorial Milésima es lo que desean. Y ahora:
-
Díganme, [lectores]. ¿Es que nos vamos a pasar la vida como bestias de tiro, contribuyendo sólo a la cantidad y tan poco a la calidad?”
( Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, L. Sterne)

Bueno y va información rápida:

La cita del Tristram resume la filosofía de Editorial Milésima. Y les puedo decir que están con ganas, con ilusión, que no tienen nada que perder y tal vez poco que ganar, por eso es el mejor momento para que les envíen sus originales. Todavía no se les acumulan los textos en el consejo editorial, ni las carpetas en su mesa de trabajo, ni se les traspapelan los folios y además están dispuestos a arriesgar. Así que aprovechen. Su página web no está acabada, pero les enlazo con su blog para que lo visiten. Y si de algo les sirve la palabra de la Shandy (aunque, se lo advierto, “Shandy” en irlandés significa chiflada, y aquellos Shandys del 29 también lo estaban ), los de Milésima se lo toman en serio. ¿Quiero hacerles publicidad?, pues claro, para eso es esta entrada. Hay afinidades electivas, me caen bien -vaya argumento, dirán ustedes-. Pues sí, a mí no me pagan por esto, lo hago por gusto, que es como mejor se hacen las cosas y porque creo en este proyecto. Entre los blogueros hay gente con buena pluma: Arcangel Mirón, El kafkiano, Pedro Glup, Celestino Simón, El Show de Fusa, El Lagarto en tu laberinto, Ella y su orgía, Belencicuta… Atrévanse.

Bien, ya está dicho lo importante. Y ahora, si les apetece, sigan leyendo: un poco de historia de cómo surgió Milésima.
Bueno, cuando se es lector y además hay gusto por la escritura no es de extrañar que surja curiosidad por el mundo editorial. Y para ver que se cocía, se matricularon en un master de postgrado -de esos en los que te entretienes después de tu trabajo y de paso aprendes algo, que para eso cuestan una buena pasta-.Y no vean como se lo curraron. La cuestión consistía en “trabajar como editores desde el inicio y enfrentarse con la labor editorial”. Y así crearon Valazul Ediciones, editorial virtual al amparo del Máster en Edición del Instituto Universitario de Posgrado de Santillana. Hubo que seguir todos los pasos: elaborar catálogo, contactar con editoriales y escritores -hasta le escribieron a Tomeo y a Vila- Matas (ni caso, pero al menos lo intentaron)-, conseguir relatos inéditos, leer, seleccionar, corregir, enmaquetar y editar un libro en papel. Y ahí tienen la portada. La tirada oscilará en torno a los 150-200 ejemplares y en el mes de marzo saldrá de la imprenta como edición no venal.


Y se acaba el master. Pero del grupo inicial surgen amistades, por aquello de las afinidades electivas, y cuatro de ellos se embarcaron en la creación de Milésima: Eva, Bernardo, Jorge y Susi. ¿Que cuatro les parecen pocos? Pues en Reino de Redonda son dos (dicho por don Javier Marías, que conste). Lo importante es que son buenos lepismas, les gusta devorar buen papel impreso: Vila-Matas, Bolaño, Pombo, Javier Tomeo… y no voy a citar a todos los clásicos que en el mundo han sido. El caso es que les ofrezcan literatura portátil.


¿Y por qué esta imagen que precede? Pues como de momento no tienen un logo, a los de Milésima me los imagino surrealistas, emparentados con el padre de la patafísica, buscando soluciones imaginarias y leyes que regulen las excepciones, con la fe de los escépticos, que es la mejor… Porque, ya me dirán, intentar hacerse un hueco en este mundillo editorial, que aunque no las han contado, saben que hay cientos y cientos de ellas, sí, de editoriales, y que sumadas pueden ser mil, por eso el nombre de Milésima.

Les deseo suerte





13 de enero de 2009

Fitzgeral, Dieste, Carpentier: la vida al revés


A Meiga Mego, a C.D.H. y a su blog Ollos de cores

Hace unos días, mi joven amiga Meiga Mego -tiene 15 años-, me comenta con sorpresa: oye, Shandy, ¿sabes que se hizo una película de O neno Suicida (El niño suicida)?... sí, sí – prosigue mi amiga con entusiasmo-, he oído que la dirigió un director americano y que la protagoniza Brad Pitt!
¡Ah, oh!, me digo yo… Bueno, verán, no es que a mí me obnubile la belleza del guapo Brad, lo que me sorprende es que el interesante pero desconocido relato O neno suicida, del gallego Rafael Dieste, se adapte al cine por un americano y que el protagonista sea Brad Pitt. Así que picadas por la curiosidad, mi amiga y yo nos pusimos a indagar y desfixemos el entuerto.

Resulta que en el mes de diciembre se estrenó en EE UU El curioso caso de Benjamin Button, película dirigida por David Fincher (Zodiac, Seven, El club de la lucha) y protagonizada por Pitt y Cate Blanchett. Basada en un relato homónimo de Scott Fitzgerald, cuenta la historia de un hombre que vive la vida al revés: nace siendo un viejo y va rejuveneciendo con el paso de los años. Y efectivamente, la inversión temporal de la vida es la misma anécdota de la que parte la historia de Dieste, cuya lectura me llevó a Viaje a la semilla del cubano Alejo Carpentier que trata el mismo tema.

Dieste parte de un deseo que se recoge en una expresión popular gallega: “Canto mellor ir de vello para novo…” (Cuanto mejor ir de viejo para joven). Así, el protagonista de su historia ve cumplido este deseo, pero llegada la infancia se enfrenta a su trágico destino: cumplir su sino de hombre que vive al revés e ir desapareciendo poco a poco hasta convertirse en una pequeñísima simiente.
En Viaje a la semilla, el marqués Marcial esta en el lecho de muerte y por medio del chamanismo resucita para emprender un viaje de vuelta que permitirá al narrador reconstruir las diferentes etapas de su vida hasta llegar al interior del vientre materno
En ambos relatos, el argumento es muy semejante; sin embargo hay diferencias importantes en como cada autor plantea el final del viaje y en como afrontan la llegada a la infancia los protagonistas. Aunque para ambos supone la perdida gradual de la experiencia y la conciencia de lo vivido, en el caso del personaje de Dieste se vive como un drama -de ahí el suicidio-, mientras que en el de Carpentier es aceptada como una etapa más e incluso se dice que el Marqués “Hablaba su propio idioma y había logrado la suprema libertad”.

Tal vez esta diferencia se deba a lo que cada escritor pretende mostrar con su relato. En el caso de Dieste, el viaje discurre en el tiempo cronológico entendido desde la cultura occidental, es decir, un tiempo medido, lineal y progresivo, y por tanto el viaje de la vida tiene un principio y un final definitivos. Y abocados a ese definitivo final, Dieste parece cuestionar el mito de que “la vida al revés” es deseable. Sin embargo, Carpentier viene a mostrar la coincidencia que hay entre los primeros días del hombre y los últimos, así como que el final es un principio y viceversa porque nacimiento y muerte confluyen en el caso de su protagonista. De esta forma, el escritor cubano cuestiona la concepción del tiempo en la cultura occidental -que viene del positivismo y es un tiempo histórico-, al mostrar una concepción del tiempo circular que procede del tiempo sagrado o mítico presente en las culturas maya, azteca, celta… donde la vida se entiende como cíclica y todo se renueva.
En cuanto a la vida de Benjamin Bentton, seguro que Fitzgerald nos sorprende al plantear situaciones diferentes y ofrecer otras perspectivas. Si alguno ha leído este relato u otros que toquen el mismo tema, le invito a que los comente. Respecto a la película, parece ser que en España habrá que esperar hasta febrero para verla en la gran pantalla (el trailer está en youtube)
_____________________________
La Extraña historia de Benjamin Bentton y otros relatos, F. Scott Fitzgerald. Edit. Lumen.
O neno suicida, en Dos arquivos do trasno, Rafael Dieste. Edit. Galaxia.
Viaje a la semilla, en Guerra del tiempo: El acoso y otros relatos, Alejo Carpentier. Siglo Veintiuno editores (o en Alianza editorial).
El niño suicida, junto con otros relatos de Rafael Dieste, en Antología española de la literatura fantástica, Edit Valdemar: selección de relatos de autores españoles desde la Edad Media hasta la época actual. La selección incluye cuentos de los mejores autores gallegos (Ánxel Fole, Álvaro Cunqueiro, Carlos Casares, Wenceslao Fernández Flórez, Torrente Ballester y Valle Inclán)

8 de enero de 2009

El Banco

PERSONAJES

HOMBRE 1
HOMBRE 2

Un banco sobre el escenario. Mediodía. Luce el sol

El Hombre 1 está sentado en el banco. Mira fijamente al público. Entra el Hombre 2

HOMBRE 2
Disculpe, ¿le importaría que me sentase?

El Hombre 1 se levanta sin responder y mira al otro de arriba abajo. Da una vuelta alrededor del Hombre 2 y lo observa con mucha atención. De pronto se detiene y apunta con el dedo índice a la cabeza del Hombre 2

HOMBRE 1
Con tono autoritario
Quítese eso.

HOMBRE 2
¿Esto? Señala, sorprendido, el sombrero

HOMBRE 1
Si, eso.

El Hombre 2, extrañado, quita el sombrero y mira al Hombre 1

HOMBRE 1
Y eso también. Señala las gafas

HOMBRE 2
Se dispone a obedecer, pero se detiene.
Oiga, mire, podría explicarme por qué…

HOMBRE 1
No me interrumpa y obedezca, señor mío. Aquí quién hace las preguntas soy yo. Quítese esa extraña estructura metálica que oculta sus ojos. Me impide reconocerlo

HOMBRE 2
¿Reconocerme?... Este tipo esta de guasa. Se coloca el sombrero enfadado. Mire, haga el favor y déjese de bromas. Estoy cansado y lo único que quiero es sentarme en ese banco.

HOMBRE 1
Ah, ya, sentarse en ese banco. Eso es lo que usted quiere, ¿no?

HOMBRE 2
Eso mismo, sí señor. Eso es lo que quiero. Veo que empezamos a entendernos.

HOMBRE 1
Je, je,je. Veo que es usted un perfecto estúpido. ¡Ese banco!,¡ese banco!...
¡Identifíquese!

HOMBRE 2
Oh, por favor, no se alborote, no grite. Yo soy el Hombre 2.
Le tiende la mano.
¿Y usted quién es?

HOMBRE 1
Le repito que aquí quien hace las preguntas soy yo. A ver, si no me equivoco, usted viene de por allá…
Señala el lado del escenario por donde entró el Hombre 2

HOMBRE 2
Pues sí, de por allá.

HOMBRE 1
Pasaporte, documentación, permiso de residencia, permiso de trabajo, dirección de correo electrónico, DNI, NIF, IVA, IRPF…


HOMBRE 2
¡Qué me parta un rayo! ¡Virgen Santísima!, ¡este tipo está chiflado! Ande, ande, apártese hombre de dios.

HOMBRE 1
He-he-he , Stop, Stop. Ni un paso más. Vamos a ver: usted oculta su cabeza con ese… ese ridículo chindogu…

HOMBRE 2
“¿Chindogu?”... Pero si esto es un…

HOMBRE 1
Limítese a contestar “Sí” o “No” a lo que le pregunto. ¿Oculta la cabeza?

HOMBRE 2
Este hombre esta agotando mi paciencia. ¡No!

HOMBRE 1
¿Niega la evidencia?

HOMBRE 2
No oculto mi cabeza, sólo la protejo.

HOMBRE 1
Bien, la protege. Y usted lleva una extraña estructura metálica sobre la nariz.

HOMBRE 2
Con tono resignado y cansino
Síii.

HOMBRE 1
¿Y usted viene de por allá?

HOMBRE 2
Síii.

HOMBRE 1
Y usted… ¿no vio un trazo en el suelo?

HOMBRE 2
¿Un trazo?, ¿qué trazo?... ¡Pero que carajo!…Mire, escuche hombre… si yo sólo quiero sentarme en el banco

HOMBRE 1
Ni una palabra más. Limítese a contestar. ¿Vio un trazo en el suelo?

HOMBRE 2
¡No!

HOMBRE 1
¿Y un círculo rojo con un rectangulito blanco?

HOMBRE 2
¡No!

HOMBRE 1
¿Tiene usted pasaporte, permiso de residencia, permiso de…

HOMBRE 2
¡No! No! ¡¡NO!!
Silencio

HOMBRE 1
Usted es un extraño ser.

Breve pausa antes de añadir con tono sentencioso:

Usted, no puede sentarse en ese banco.

HOMBRE 2
¡Basta, basta ya! ¡Apártese, quíteseme de delante! Me voy a sentar en ese banco con su permiso o sin él.

HOMBRE 1
No. No lo hará.

HOMBRE 2
¡A la mierda! ¡Váyase al infierno, loco chiflado! Empuja al Hombre 1 y dándole la espalda se dirige al banco.

HOMBRE 1
¡Al infierno usted!, ¡bastardo! Saca una pistola y dispara por la espalda al Hombre 2 que cae al suelo.

El Hombre 1 comprueba que el Hombre 2 está muerto. Da la vuelta al cadáver. Le quita el sombrero y las gafas. Se prueba el sombrero y mira al sol. Se lo ajusta. Se prueba las gafas, mira al público y a un lado y otro del escenario. Se quita las gafas, las tira al suelo y las pisa. Se sienta en el banco en la misma posición que al principio de la historia y mira al público fijamente.



3 de enero de 2009

Usurpadores


Cuenta la leyenda que A Condesiña , encerrada en la torre de su castillo, perdía la mirada en un recodo del camino esperando la llegada de un caballero que había partido a la guerra. Un día, con la esperanza en los ojos, murió de amor. Pasado el tiempo, un intelectual, “con mucha caspa en la chaqueta", abre el ataúd de la muchacha, encuentra una taza llena de huesecillos de cereza y hace correr la noticia por el pueblo: La Condesiña murió de “unha enchenta de cereixas” ( una panzada de cerezas). Castelao remata esta historia diciendo: “Hai homes que non saben calar” (Hay hombres que no saben callar)

En Usurpación, del asturiano Ricardo Menéndez Salmón, un desertor del bando republicano, inventa un épico relato para unos campesinos que necesitan mantener viva una utopía y asumir la muerte de sus hijos en la guerra. Ese narrador mentiroso, ese “Judas traidor”, que no vio ni tocó la muerte porque ha huido del frente, es desenmascarado por otro narrador que cuenta “la verdad”, una “áspera verdad” que no es bien recibida por los receptores. El relato mantiene la ambigüedad hasta el final, llevando al lector a preguntarse quién es el judas, quién es el usurpador?

Diré que a mí no me gustan los usurpadores, aquellos que arrebatan nuestros sueños o la necesidad de esperanza. En ocasiones, aún no ignorando, necesitamos que nos mientan un poco para alimentar la esperanza, como necesitamos de las leyendas y de los cuentos; de las verdades que se esconden en las mentiras de la ficción y de ese espacio quimérico donde, porque nada es cierto, todo es posible.

En estos días de noches mágicas -San Nicolás, O Apalpador , El Olentzero o Los Reyes Magos-, casi todos contribuimos a alimentar la fantasía. Deseamos despertar la misma emoción que una lejana noche de la infancia nos desveló ante la llegada de unos misteriosos viajeros que provocaban en nosotros el encantamiento de lo maravilloso e inaprensible. Tal vez el mismo hechizo que encierran personajes del imaginario popular como nomos, trasnos, ninfas, meigas, traucos; o relatos como Simbad el marino, La cueva de la Mora o El gato negro. De distintas maneras, gracias a la abstracción de la palabra, todos producen en nosotros un extrañamiento y desencadenan el deseo de recrearlos a nuestro antojo con la imaginación.
Quizás no estaría de más preservar para los más pequeños el verdadero regalo, ese que no tiene precio, y que corre el riesgo de diluirse si embotamos los sentidos con un exceso de realidad que en estas fechas nos vende El Corte Inglés o EL Chino Antonio.