Una gota de café
En ese libro, que me prestaste,
una gota de café hiere para siempre
el blanco y negro de un poema
¡Qué torpe descuido el mío!
-pienso-,
teniendo en cuenta que siempre
fuiste remiso a dejarme tus libros.
Tú, lector metódico,
de sillón ,
de casa silenciosa,
de horas lentas y espaciadas,
cuidas el preciado habitáculo de las letras.
Yo, anárquica lectora,
de parque, de café,
de terraza de verano,
doblo las esquinas de sus hojas,
rozo sus cantos, agrieto sus tapas.
Siempre recriminaste esa “Mala costumbre” mía.
Ya sé que se mezclan y se baquetean en mi mochila
con la libreta de notas, el paquete de tabaco,
la barra de labios, la crema solar…
Pero me gusta sentirlos cerca,
son mi equipaje, mis amuletos,
mis muletas, un antídoto
contra la soledad.
Por eso,
cuando te devuelva tu libro,
te invito a pensar que esa gota de café
es el mudo testigo de un feliz instante
en una terraza de verano
mientras el tiempo se consume
en la lectura de un poema,
el humo de un cigarrillo
y el sabor de una taza de café.
En ese libro, que me prestaste,
una gota de café hiere para siempre
el blanco y negro de un poema
¡Qué torpe descuido el mío!
-pienso-,
teniendo en cuenta que siempre
fuiste remiso a dejarme tus libros.
Tú, lector metódico,
de sillón ,
de casa silenciosa,
de horas lentas y espaciadas,
cuidas el preciado habitáculo de las letras.
Yo, anárquica lectora,
de parque, de café,
de terraza de verano,
doblo las esquinas de sus hojas,
rozo sus cantos, agrieto sus tapas.
Siempre recriminaste esa “Mala costumbre” mía.
Ya sé que se mezclan y se baquetean en mi mochila
con la libreta de notas, el paquete de tabaco,
la barra de labios, la crema solar…
Pero me gusta sentirlos cerca,
son mi equipaje, mis amuletos,
mis muletas, un antídoto
contra la soledad.
Por eso,
cuando te devuelva tu libro,
te invito a pensar que esa gota de café
es el mudo testigo de un feliz instante
en una terraza de verano
mientras el tiempo se consume
en la lectura de un poema,
el humo de un cigarrillo
y el sabor de una taza de café.
14 comentarios:
Precioso, Shandy.
¿Dónde están esas vistas??
Bicos
¡Ay si las páginas fueran de carne y no de ce(lu)losa! ¡Ay si así fueran las páginas! Entonces ese verso hubiera sido:
'Yo, cárnica lectora'
Pero, Shandy, galleguiña, medio mona, medio lisa, Gioconda lironda, reprime un poco de cafeína a tu poema (que si me seduce, otra vez paréntesis) y dinos qué libro te prestaron y qué libro acabó oleado de café.
Bicos exclusivos.
buen poema y buena descripción de los personajes a la vez :) me encantó verme manchando de café (bueno, en mi caso té) la página de un libro ;P
Me ha encantado... y es que las cosas tontas, como la gota de café que mancha una hoja, me pirra.
Besazos
Esos libros ajados, que tienes que tratar con mimo, esas páginas casi enroscadas, unos lomos despedazados llenos de manos y ojos que los han recorrido.
Dime dónde lees, fumas y tomas café, para saludarte.
Sonrisas y besitos veraniegos.
Kafkiano, gracias por le calificativo. ¿Las vistas? Va una pista literaria: Montano estuvo allí a finales del siglo pasado. Allí conoció al negro Tongoy y se perdió en una montaña buscando la casa de un oscuro y extraño escritor...
Bicos
(Ide preparando valise).
Ay, Ventana, que te veo yo tan devoradora como un erudito lepisma sacharina que culebrea y se retuerce entre la cárnica celulosa de los libros.
Va una pista sobre el libro.
La gota de café cayó sobre un poema con este verso "Si mis dedos pudieran deshojar a la luna"
Bicos mondos y lirondos.
Clidice,una gota de te le daría a la página un bonito color sepia, es menos intensa y más diluída que la del café. Pues no sé si probar!
Gracias, Clidice
Luis, oye,que si me pasas un libro de los tuyos lo mismo hago una tonta perrería. Esta vez con con un licor casero nada despreciable y que a ti te pirra :)
Besos
Virgi,depende del lugar donde me encuentre. Siempre busco espacios luminosos o exteriores,silenciosos y tranquilos, que tengan buena vista y que la tele moleste. Pero soy capaz hasta de abstraerme en un espacio bullicioso si no queda más remedio.
Si paseas alrededor del Miño es posible que nos saludemos:)
Gracias por la lectuar y comentario
Miña ruliña:
Era un deses cafés que, polo invierno (austral), podía resgardarnos como un porto de abrigo, pero creaba as mesmas penumbras inseguras que encerran os niños de piratas.
E estabas lonxe, e estabas lonxe, agora xa estás lonxe, e saberás partir unha vez mais pois neste recoñeces o lugar axeitado para a definitiva despedida. Aí estás.
Por iso vés aquí. Como deben ollarse en fite esas lembranzas decisivas, ves o rostro que dura no cristal como duran as lágrimas nos ollos, e o único que atopas no café son as almas de escuros compañeiros felizmente mortos para teu corazón, a carón da túa mesa, condenados a seguir para sempre conspirando.
Querida Tórtola, fermosa historia, como sempre.
E coma sempre ti tiras do meu maxín :
Naquel cálido inverno (austral), en torno da mesa daquel café, convocáronse todas as pantasmas que na última hora decidiu meter na maleta. Foi un impulso o un instinto de supervivencia o un por “siascaso”, por si o bicho morriñento que nos inocularon aos que nacemos nesta beira a aguilloaba.
E así foi que naquelas horas da mañá deixábase acompañar por O’Rivas que deitaba no seu oído “Que me queres amor”( o mellor dese conto é a cantiga de Fernando Esquio ) e prendía no alfeizar dunha xanela atrapada pola luz e a albura do líquido níveo que verquía o xerro de zinc da Leiteira de Vermer e da súa xemelga ( eran como dúas gotas de leite) que habitara nos verdes campos da terra dos comedores de patacas. Cando daba un sorbo o café, envisaba os ollos naquela outra fiestra que enchía a ollada dun intenso e salgado azul do Pacífico racheado polo plata iridiscente do espello do mediodía. Entón,alo ao fondo, avistaba o barco pirata onde ían o saxofonista namorado cabo de Santa Marta de Lombás, o Mestre Republicano cara o paredón, e o Mero, un Tutsitala que se convertía en mariñeiro en terra cando lembraba as aventuras transoceánicas -e nunca vividas- na taberna de Sherezade. E no medio de todas aquelas pantasmas, Ela estaba, lonxe , moi lonxe, no país de Maconcón, buscando unha pedra intacta (o un castelo magritiano suspendido no ar) antes de que o mundo xa existise. Regresou hai tempo e coidou atopar esa pedra que gravita cunha incrible e imposible levedade no aire, esa pedra sobre a que Magritte construi un castelo e que a forza da gravedade inexorablemente parece atraer cara a terra ou o mar, porque como o di o refrán: As cousas caen polo seu propio peso. Ela miraba as incisións da pedra, como as enrugas da frente dun home, e, calada,esculcaba polo buraco dunha pechadura onde cría ver o profundo do ser, aínda que o que aparentemente aportase máis luz fose a maravilla dun mirasol. Pero non, Ela era teimuda, e no silencio seguía a asexar aquela triloxía polo ollo da pechadura. Coidaba que alí, ao fondo, agachada nas raíces da pranta e no contorno do halo de luz que a rodeaba, estaba a pedra intacta con aqueles marcados e profundos surcos que se revelaban na parte frontal e onde a levedade parecía non ter lugar. Máis, xa non sabe.
http://pintura.aut.org/SearchProducto?Produnum=28680
(Por certo, miña rula, ¿esqueciche a conclusión ? a re…:)
El café.
Pudo ser su gota en una hoja no satinada.
Pudo absorber la hoja tu obstinada pupila hacia el mar y quedarse en blanco, por unos momentos, el poema.
Tiene tu poema el gesto del reposo.
Tempero, mientras daba un sorbo al café,la mirada se ensimismaba en el mar. Pero al tiempo, el poema se deshojaba en mis entretelas.
La hoja era ligeramente satinada. Aun así, mi rapidez en limpiarla no impidió la persistencia de una sombra delatora.
Un beso reposado
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