24 de diciembre de 2008

EL SECRETO DE ÁNXEL FOLE

En mi antología personal de relatos favoritos guardo El secreto del espejo, cuento que Ánxel Fole dedicó “A todos cuantos pasan esta Nochebuena sin compañía”. Con el permiso del autor – me lo concedió ayer tarde en A Praza do Campo Castelo, ahí donde lo ven de espaldas-, se lo dedico a todos aquellos que quieran descubrir ese secreto.
El anónimo protagonista de esta historia, sumido en un estado de soledad y melancolía en la tarde-noche de una Nochebuena, irá desgranando las sombras de los días y la ceniza de las horas. Todo lo vivido, lo pensado y lo sentido parece repetirse, sí… Pero si descubrimos el secreto que oculta la caída de un espejo, el encantamiento volverá a surgir.
El secreto del espejo es una metáfora que recrea la teoría nietzscheana del eterno retorno en su más amplio sentido, no sólo como tiempo cronológico sino también como una concepción moral ante la existencia.
Interesante la propia estructura del cuento y el acertado final –ambos en consonancia con el tema tratado-, la ambientación romántica, el lenguaje poético, las descripciones detalladas y la rica adjetivación que caracteriza la prosa del autor gallego.

¡Qué lo disfruten!

EL SECRETO DEL ESPEJO
Alguna vez he pensado esto que estoy pensando ahora; más no sé dónde, no sé cuándo he vivido intensamente este pensamiento. Es como si columbrase -nada más que columbrase- la estela –nada más que la estela- de un recuerdo. Una impresión indefinible; pero honda casi angustiosa.
Entonces, tal como ahora, venía de dar una larga paseata por el campo. También estaba el valle envuelto en niebla. Se veía el sol como una pálida magnolia entre el vaho grisiento; un sol que parecía luna. Sonaban las campanas con un extraño son opaco, en un largo plañido… Era la tarde del día de Nochebuena, y yo recordaba cosas muy íntimas y muy tristes.
***
[…] Me siento y cojo un libro de versos. Quizás hayan transcurrido dos horas. Se ha extinguido el largo lamento de las campanas. Ya las sombras del crepúsculo han invadido la vasta estancia [...] Enciendo la lámpara, de pantalla de raso verde… En el gran espejo de la sala, frente a la chimenea de rojo mármol, se refleja mi rostro cansado, abatido; mi gesto de desaliento. Otra nochebuena que pasaré sólo.
Antes, hace dos o tres lustros no me pesaba la soledad. Por el contrario la hallaba alegre, amena. Más ahora significa para mí el tedio, la desesperanza y la angustia.[…]
Este libro de versos se titula, muy bella y melancólicamente, L´ Ombre de Jours. Sombras de los días, cenizas de las horas. No sé cuántas veces lo habré leído…Escribía muy bien la gentilísima condesa […]
***
Han pasado cinco horas. He saboreado la aromada compota de manzanas, que tanto me recuerda a las sencillas alegrías de la remota niñez. Pronto sonarán las doce en el antiguo reloj de pesas. Me espera la lumbre de la chimenea, el viejo sillón de orejas, el luminoso disco de la lámpara, el libro abierto sobre la mesilla. El gato negro está allí sentado, mirando la llama. Sus enigmáticos ojos, como de ágata, se salpican de lucecitas; chispean.
Tic-tac, Tic-tac…El reloj de pared mide el tiempo, diríase que lo cose –tic-tac, tic-tac…- retazo a retazo. O mejor la aguja del minutero –burro de noria- lo va extrayendo instante a instante -cangilón a cangilón- del pozo insondable, inescrutable del futuro. Este es el tiempo consciente, lúcido, donde estoy y donde soy; el tiempo henchido de mi mismo, de mis cavilaciones, remembranzas y esperanzas; el tiempo vivo, íntimo…
Miro para el gran espejo de enfrente, donde se refleja la lumbre de la chimenea… Allí me parece divisar de nuevo la estela de mi recuerdo. Como la cola de espumas que deja una nave tras de sí, como el rastro radiante de una estrella fugaz. Dura lo que un relámpago.
La rueda del minutero, la rueda del horario, la gran rueda del Mundo. Todo se va y vuelve… Dicen que en dos lugares, cualesquiera, del universo, se dan simultáneamente dos acontecimientos idénticos. Yo estoy –estaría- viviendo “esto” a millones, a billones de leguas de aquí en estos momentos. La equivalencia espacial al eterno retorno… Yo ya he vivido esto y lo volveré a vivir al cabo de siglos y siglos. ¿Será verdad...? Todo se repite en el espacio y en el tiempo. Me imagino una inmensa y rotunda galería de espejos. Somos vanas imágenes especulares de un sueño que se repite indefinidamente. Sueño de sombras, sombras de un sueño…
En la vida personal propia también se repiten ciertos momentos decisivos. Hablo de la vida interior, anímica o síquica. Se piensa algo insólito, rarísimo, que se ha pensado antes, con la misma resonancia sentimental, con igual emoción. Se vive, se revive aquel estado de conciencia tan vibrante y tenso.[…]
***
Suena la primera campanada de las doce. El tibio aire parece llenarse de burbujas…Un sobresalto que anuncia la inminencia de la revelación. Comprendo: suena la hora de la cita conmigo mismo después de muchos años…
Una voz que no se oye, que habla directamente a la inteligencia, me dice: “Escucha. Soy el espejo… Mira mi palpitante entrada de lumbre. Todo se refleja en mí sin dejar huella. Por eso no puedo envejecer. Seré siempre joven mientras viva. Sueña siempre si quieres ser como yo. Ya te he contado mi secreto en esta misma sala, hace veinte años. Se me rompiera un clavo que me sostenía y tú acudiste presuroso…”
Con la última campanada se me partió el encanto. No sé porque sentí el impulso de agarrar el jarrón y arrojarlo contra el espejo. Vi que éste pendulaba, mas un extraño, indescriptible estupor me mantuvo sujeto al sillón… Se vino abajo con formidable estrépito. Su luna chocó contra el quicio de una mesa de alas y se hizo añicos […]
Salgo a buscar una botella de licor de guindas y una copa. Sobre la consola de cereza hay una vieja caja de música. Es de caoba y luce en la tapa una incrustación de nácar. Abro y doy cuerda… Surgen las notas de un viejo vals muy romántico y añorante. Me parece percibir vislumbres de raso, de agua enlunada.
En la tallada copa fulgura un rubí.
Un encantamiento sucedió al otro. La soledad volvió para mí a ser un goce.
A todos cuantos pasen esta Nochebuena sin compañía.

El secreto del espejo está publicado en Ánxel Fole, Obra Literaria Completa III Edit. Galaxia, Vigo, 2003. Los dos primeros volúmenes recopilan su obra en lengua gallega y el tercer volumen su producción en castellano. La compilación, con prólogo y notas, fue hecha por el poeta y profesor de la Universidad de Santiago Claudio Rodríguez Fer.

Ánxel Fole ( Lugo 1903-1986)
Fue miembro de la Real Academia Gallega desde 1963, propuesto para el Premio Nobel en 1983 y en 1997 se le dedicó “O Día das Letras Galegas”. Apasionado lector de Espronceda, Bécquer, Dickens y Dostoievski; de Valle Inclán y los clásicos gallegos del XIX, Rosalía de Castro y Curros Enríquez. En su narrativa confluye la tradición del cuento popular con la renovación y la modernización del género. Supo retratar tan bien la realidad material de los hombres y las tierras gallegas como la inmaterial de la Galicia mágica y misteriosa. Sus primeros libros, publicados en la década de los cincuenta, están centrados en la Galicia campesina: A lus do candil, Terra Brava y la obra teatral Pauto do demo. Son el fruto de un tiempo vivido en las tierras de la montaña luguesa, observando el entorno y escuchando historias junto a la lumbre de una lareira. Las historias situadas en el mundo urbano serán publicadas en los años setenta y ochenta: Decímolo ou non o decimos, Contos na néboa y Cartafolio de Lugo. Fole, fue un escritor comprometido con su tierra y con su lengua (“El gallego –decía- es un idioma extraordinariamente estético y atractivo”), y un atifascista visceral que contribuyó de forma decisiva al resurgimiento de la literatura gallega después de la guerra civil. La guerra civil, que le sorprendió siendo secretario provincial del Partido Galleguista, impidió la publicación de su primera obra en gallego, Auga Lizgaira, cuyos originales se perdieron entre las máquinas de la imprenta. Buen conversador, mantuvo amistad con Cunqueiro, Castelao, Maside, Otero Pedrayo y Blanco Amor, con los que compartió las tertulias de la II República. Y muchos todavía le recordamos en sus últimos años sentado en el Salón de Columnas del Circulo de las Artes, a primeras horas de la tarde, tomando un café y disfrutando de la conversación con sus amigos y paisanos.

5 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Creo que hay dos maneras de relacionarse con la soledad: de ida (sufrimiento, dolor, indignación) y de vuelta (paz, calma).

:)

Shandy dijo...

Gilda,es cierto. Convivir con la soledad no deseada es un aprendizaje, un camino de doble dirección que hay que recorrer.
Me alegra verte por aquí.

Anónimo dijo...

Desde luego, es una gran casualidad. O quizá una sincronicidad significativa como decía Jung.
Hablaremos.
Cicuta.

Tempero dijo...

La botella de licor puede ser muy acertada a la hora de dialogar con la soledad pero, ojo, no la encumbremos, reaviva, enciende y destruye. Cada vez más la soledad concede sus ritmos entre el bullicio.
Y hablando del eterno retorno. No sé, pusieron muy bien a A. Fole mirando a la catedral de Lugo, pero mejor es cuando miraba los hermosos álamos negros descomunales que tuvieron que talar por la grafiosis. ¡Ay Lugo, su café España, su Clavicémbalo, su O'Xugo! (volverán, no te preocupes).

Shandy dijo...

Hola, Tempero. Tú también echas de menos los álamos? Cuesta acostumbrarse. Aunque la vista es más amplia, es menos arropante. Y el "España" continúa,pero no es lo mismo que aquel primero que estaba en frente de de El Gran teatro ( ese si que no vuelve). El Clavi, sigue siendo un buen sitio y O xugo, no es tan tabernario como antes, pero siguen poniendo buen pulpo! Veo que conoces buenas cosas de esta ciudad.
Un saludo y gracias por la visita.