
Buckminster Fuller
Hoy ha amanecido con sol, pero la mañana en su transcurrir se ha vuelto gris, como mi propio estado de ánimo. Tomada una decisión el to be or not to be continúa. Ninguna de las decisiones me hubiera convencido, pero había que optar, subir o bajar, y aún así tengo la sensación de inmovilidad, de continuar en el rellano de una escalera y ser un caminante entre la niebla. Escucho la radio mientras desayuno, piquetes haciendo estupideces, trabajadores que sienten coartada su libertad por miedo a que no se renueve el contrato, interpretaciones y lecturas más o menos imparciales, sesgadas o interesadas sobre el apoyo o no a la convocatoria de huelga general (adjetivo que da reparo pronunciar en estos últimos días, como si fuera tabú), tantas y tan diferentes opiniones, un caos en catarata verbal que refleja la confusión, la incertidumbre de un país. Las manifestaciones en mi ciudad han sido convocadas a diferentes horas, una sinrazón para muchos que somos ciudadanos y no sólo militantes tras las siglas de una pancarta. “ Es que todos son”… pero los absolutismos no existen y cada vez que leo el indefinido “Todos” se me resienten las cuerdas vocales, y sin embargo yo también caigo en la tentación sumándome a la estupidez de la pataleta, sabiendo que es la forma más simple de expresar impotencia. Sé que algunos pequeños establecimientos han cerrado sus puertas (“no vaya ser que…”), pero en cuanto pasan las manifestaciones dan vuelta al cartel y los clientes entran, con todo su derecho. Siento cierta tristeza ante determinadas imágenes de violencia que pasan por las televisiones, también cierta emoción al ver otras, cuatro millones de parados es una cifra que llena la boca, que acongoja, y muchos quisiéramos decir por mí y por todos mis compañeros. Pero esto no es un juego, o de utilizar la palabra metafóricamente, un juego de complicado engranaje con ruedas dentadas que se nos está yendo de las manos. Sabemos que es una regresión en los derechos sociales, que habrá que seguir manteniendo en el nido a hijos ya crecidos, que la edad de las jubilaciones se va a retrasar, que el sistema de pensiones está en peligro, que el estado del bienestar se va al carajo. Me refugio en la lectura, leo la prensa, periódicos de ayer y anteayer, a mí no me importa hacerlo, lo mejor de la prensa, lo que me cunde, suele ser lo que no tiene fecha de caducidad, como el reportaje de Muñoz Molina sobre Buky Fuller, El visionario razonable, un ingeniero humanista que coloca un barco de vela en el horizonte como máximo ejemplo de belleza formal y práctica, y tengo la sensación de que el día se perfila menos gris, que se me aligera el peso y un soplo de aire fresco me reconcilia por unos instantes con la vida mientras leo. Un barco de vela, una quimera blanca, calma mi desazón en este 29 de septiembre. Si no lo han hecho, lean el reportaje. La prosa de Muñoz Molina siempre es gratificante y la visión que Buckmimster Fuller nos ofrece es una propuesta, una actitud ante la vida que aúna ética y estética.
Y si quieren mecerse un poco pinchen aquí, Le bateau des îlles en la voz de Tino Rossi (gracias a X. C. por dejar estos versos en un comentario). Bienvenida la poesía, la música, el arte que sin aliviar del vivir, alivia de la vida.
Le bateau des îles