" Pero no me importaban los juguetes.
Oye, ¿cómo dijiste que se llamaba tu mamá?
Mariana"
Aún palpitaba la herida de la segunda guerra mundial y la amenaza de la bomba atómica, pero la industrialización avanzaba y las caderas de Lilia Prado y Tongolele se movían al mismo ritmo que los deseos de los mexicanos: dejar atrás el mundo antiguo y modernizarse. Aprender inglés, comer hamburguesas, tomar Coca Cola o descartar el tequila para servir whisky y "blanquear el gusto de los mexicanos". Carlos, protagonista y narrador de Las batallas en el desierto, evoca aquella época de su preadolescencia con la sombra incomprensible de la guerra, la maledicencia, el racismo social, el deseo, los tocamientos malos y la confusión en su inocente mirada sometida a la prejuiciosa visión de los adultos. Sin embargo nada será vivido con tanta conmoción e intensidad como el enamoramiento de Mariana, la mamá de su amigo Jim y amante de un político de la época:
"Por hondo que sea el mar profundo
no habrá barrera en el mundo
que mi amor no rompa por ti".
(letra del bolero Obsesión, Pedro Flores)
No dejen de leer esta maravillosa novela corta, bello recuerdo de un inocente amor infantil y lúcido ajuste de cuentas con la realidad que al propio autor, José Emilio Pacheco, le tocó vivir en su infancia. Las batallas en el desierto, con un lenguaje y estilo sencillo, traza un retrato del México de los años cuarenta, espejo de un mundo en transformación que mantenía la absurda ilusión y esperanza de que el paraíso en la tierra podría ser alcanzado. Con el tiempo llegarían la frustración y el desencanto, y la esperanza se (nos) ofreció tan imposible como lo fue el amor de Mariana para Carlos. Les dejo un visionario fragmento de esta extraordinaria narración y un sugestivo vídeo con la bailarina Yolanda Montes, la poderosa y sensual Tongolele: sus piernas, sus senos, el misterioso sexo escondido… Aunque para el niño Carlos, "la imagen de Mariana reaparecía por encima de Tongolele".
“Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos.
Sin embargo había esperanza […]
Para el impensable año dos mil se auguraba –sin especificar cómo íbamos a lograrlo- un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinámica (palabras de la época). A nadie le faltaría nada. Las máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles y fuentes, cruzadas por vehículos sin humo ni estruendo ni posibilidad de colisiones. El paraíso en la tierra. La utopía al fin conquistada”.
Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco
Tusquest Editores, 2010/ Edit. Xalaparta 2001
18 comentarios:
no encuentro anexos entre el comentario y lo puesto en pantalla, pero me es igual. el sonido de la machamba cumbiana me agrada y, más si es el de los años cincuenta...sañut
Miquel,
Tongolele era una bailarina mexicana a la que hace referencia J. E. Pacheco en "Las batallas en el desierto". Para el protagonista, el niño Carlos, representaba la máxima sensualidad y el misterio del sexo:
“Sin embargo, a escondidas y con gran asombro del periodiquero, compraba Vea y Vodevil, practicaba los malos tactos sin conseguir el derrame. La imagen de Mariana reaparecía por encima de Tongolele, Kalantán y Su Mu Key".
Para Carlitos, ni la Tongolele! y mira que tiene poderío esa negra.
Me alegro de que hayas disfrutado con esa machamba, una escena de la película "El rey del barrio".
Un abrazo
ok. ahora lo veo más clarito. un abrazo desde barcelona. miquel
“(...) espejo de un mundo en transformación que mantenía la absurda ilusión y esperanza de que el paraíso en la tierra podría ser alcanzado. Con el tiempo llegarían la frustración y el desencanto, y la esperanza se (nos) ofreció tan imposible como lo fue el amor de Mariana para Carlos.”
Siempre me sorprende esa sempiterna necesidad de ser felices a costa de la inocencia. Nadie puede desencantarse si no ha estado antes encantado. El mundo es tan viejo como el mismo diablo, pero seguimos sabiendo lo que él sabe por diablo e ignoramos lo que sabe por viejo. Así no se va a ninguna parte.
Has hecho un comentario y una reseña perfecta y encantadora, dan ganas de leer el libro.
El amor es casi siempre imposible.
Gracias y saludos.
No he leído nada de este señor -lo confieso- pero lo remediaremos. Ir a lo propio es el camino. Siempre los imperios se pudrieron del mismo modo. Los deseos mundanos se vuelven ridículos cuando se satisfacen lo que no quiere decir que debamos ser ascetas, pero por ese lado no hay grandes cosas. Me anoto el nombre -que no me es desconocido-. Un abrazo.
Peletero, para llegar al desencanto antes hay que recorrer un camino. Carlos, el narrador de la novela, cuenta desde una mirada retrospectiva, la perspectiva de un adulto crítica y reflexiva. Esto le permite analizar las mentiras y la hipocresía de la sociedad en que vivía. El desencanto, tanto a nivel individual como social, es para él un duro, irremediable y necesario aprendizaje. Pero la mirada del niño Carlitos, mientras no fue contaminada por la visión del adulto, fue desnuda, “inocente”, carente de maldad. El problema es que lo “juzgaban según leyes en las que no cabían mis actos” (Pag.14, edit. Tusquets).
Peletero, el adverbio “siempre” es poderoso y contundente. Pero al amor “sincero” lo salva un tenue “casi”. Y “la esperanza, por absurda que sea, triunfa siempre sobre la experiencia abrumadora”. J. A. Pacheco, La edad de las tinieblas (Pag. 35, Visor Poesía). A esta frase yo le añadiría el adverbio salvador.
Gracias por tu atenta lectura y comentario
Sobre el amor te dejo un artículo de Manuel Cruz que me parece una interesante reflexión: “Siempre te querré”
http://www.elpais.com/articulo/opinion/querre/siempre/elpepiopi/20100605elpepiopi_4/Tes/
Peletero, es difícil armonizar "querer saber" y "querer creer",encontrar es clave secreta de la que habla una sencilla canción de Hilario Camacho:
http://www.youtube.com/watch?v=BOvtqN5v86U&feature=related
Mateo, los imperios siempre se pudrieron por lo mismo: la ambición desmedida del ser humano.
Descubrí a Pacheco hace unos meses, a raíz de la concesión del Premio Cervantes. A parte de algunos poemas suyos leídos en otros cuadernos, “La edad de las tinieblas” (Cincuenta poemas en prosa, Edit. Visor) y esta novela es lo que conozco de él. Ambas obras muy recomendables.
Te dejo parte del texto con que se cierra "La edad de las tinieblas".
La plegaria del alba:
"Ayer no resucita. Lo que hay atrás no cuenta. Lo que vivimos ya no está. El amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de la vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza".
Un fuerte abrazo
He conocido a este escritor poco antes del premio y gracias a un par de blogs mexicanos. Pero siempre trozos sueltos y alguna entrevista.
Tu reseña me impulsa a leerlo con más interés, como luego voy de librería, intentaré conseguirlo. Si lo tuvieran, creo que lo leo y lo regalo a una amiga que seguro le gustará. Gracias Shandy, ya te digo.
Un fuerte abrazo
Lo encontré, lo leí.
Joyas que nos regalan los grandes.
En tan pocas páginas, un deleite que circula entre el amor y lo imposible, la hipocresía y la ternura. Y toda una panorámica social, sin apenas darnos cuenta.
Mil gracias, lo leí de un tirón. Luego empezaré de nuevo para disfrutarlo más.
Besos
Virgi, en tan pocas páginas muestra más que algunos libros de historia y algún tratado de sociología, y con que aparente sencillez. Es genuino.
No sé en que editorial lo leíste. Mi primera lectura fue en Tusquets. Ahora tengo también el de Txalaparta, una edición muy cuidada, en cartoné y con delicadas ilustraciones, y estoy pensando en pedir un par de ejemplares para regalar.
Una alegría que lo hayas disfrutado!
Besos
A la espera de conseguir el libro que tan bien nos has azuzado en emocionante entrega me quedo regodeándome con el vídeo de la Tongolele. Desde luego que tiene tanto poderío esa ¿negra? como jeta el bigotitos. ¡Pero qué jeta más deslenguada y hermosa! Que me apetece dar un beso a la pava de los gansters, pues se lo doy y a cambio recibo una caricia, que le doy un beso a la Tongolele, pues se lo doy y aquí paz y después gloria.
Un vídeo hermosísimo.
Ahora, si Tongolele, que no era para nada una muchacha de tongo, estaba para mojar pan y romper cañones cómo debía estar/ser la Mariana.
Un bico, Shandy.
Apreciada Shandy, gracias por el artículo que me ofreces de Manuel Cruz, lo he leído con mucha atención y me ha gustado. El “Amor” es una palabra que se parece a un cajón de sastre, caben en ella demasiadas cosas, básicamente palabras y las palabras son gratis y el papel lo aguanta todo. Normalmente hablamos de “Amor” referido al amor erótico y, a estas alturas de la película, casi me parece una especie de contrasentido el sustantivo y su adjetivo, casi.
Yo no creo que las miradas de los niños sean inocentes, y tampoco creo que las sociedades sean hipócritas y mientan, pienso más bien que los niños, con las excepciones debidas, son crueles y que los que mienten siempre son las personas.
Saludos y gracias de nuevo.
Ventana, veo que no te ha pasado desapercibida la escena del bigotitos con la dama de la entrada. Más que caricia le da una condescendiente y displicente palmadita al chulillo y jaspeado “rey del barrio”. Se lo come con patatas y un quiebro de caderas, a otro perro con ese hueso! Anda que no conoce ella la catadura del monada ese,el percal con que trata: el gesto, el ademán, la mirada al sesgo valen más que mil palabras. Magistral está ahí la actriz (el actor también, pero la escena la abarca Ella).
Tongolele tiene una exótica belleza, una mezcla de continentes en un solo contenido, y en ese baile algo africano percute en sus venas y movimientos. Y digo “Negra” también porque en el poderío que muestra me recuerda a alguien que aprecio, que no baila, pero de hacerlo lo haría con esa fuerza.
Seguro que Mariana era una mujer hermosa, pero aunque no lo fuese. A los ojos del enamorado todo se transforma, y mucho más cuando no se puede alcanzar el objeto de deseo, porque entonces se sublima. Carlitos no pudo jamás olvidarla.
Dos bicos
Peletero, me alegro de que hayas encontrado el artículo, porque le di la vuelta al título y la dirección no era la correcta: un cajón desastre.
Mi abuelo, cuando leía el periódico decía “O papel terma do que lle poñen”/ (El papel “sostiene” de lo que le ponen). Cierto que las palabras tienen mucha levedad, que las tratamos con tanta ligereza que pueden llegar a contaminar casi todo lo que nombramos. El amor es algo que fundamentalmente hay que sentir más que decir, pero en nuestra cultura parece que si no nombramos no existe. La expresión del sentimeinto amoroso fue el primero que impulso a juglares y trovadores a cantar, incluso la iglesia tuvo que intervenir para poner límites a lo que amenazaba convertirse en una peligrosa idolatría. Y aunque hay otras clases de amor, la palabra se asocia casi siempre al erótico… quizás por ser el más vulnerable y frágil de todos, el menos perdurable, el que más desvelos produce y también el más egotista en lo que tiene de exclusividad.
El niño es el ser humano sin máscaras, con toda su bondad y maldad en potencia. Genética y educación harán de él una mejor o peor persona. Pero en tanto infante, si es “inocente” su mirada ante la experiencia del adulto, porque aquella se va conformando con lo bueno y malo que se mama de todo lo que nos rodea, familia, amigos, escuela…
La sociedad está formada por personas. He tomado el todo por la parte. Sí, parece más adecuado decir que son las personas que la conforman las que mienten y son hipócritas.
Saludos para ti y gracias por esta vuelta y el proteico comentario.
Tomo buena nota de este libro. Quizá Tongolele me acompañe durante las tardes de mar del merecido verano... Besos
Alicia, como es una novela corta (o un relato largo) se lee en un par de horas. Pero la compañía va más allá del tiempo de lectura. Carlitos, Mariana, Tongolele, la época del "alemanismo" y el retrato social que hace el autor permanecen en la memoria del lector. Los temas que tratan son intemporales. Y la manera de hacerlo está por encima de cualquier moda o tendencia: un pequeño gran clásico.
Un abrazo. (Buena opción levantar los ojos de la lectura y poder mirar el mar).
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