
Paradojos
La muerte no existe para los muertos
Sólo vive en los ojos de los vivos
Como la belleza, la muerte sólo está
en el ojo de quién la contempla.
La muerte no existe para los muertos
Sólo vive en los ojos de los vivos
Como la belleza, la muerte sólo está
en el ojo de quién la contempla.
Asalto
Se despertó cuando le golpearon las mejillas.
El dinero, danos el dinero.
No tengo nada más que lo que veis.
El dinero, danos el dinero, o te mataremos.
No tengo nada más que lo que veis.
Y le robaron la Vida
para llevarse de ella sólo la Muerte,
en los ojos.
Naderías y despueses
Nada es después de la muerte.
Nada es después de la vida.
Después de la muerte es después de la vida.
Nada.
¿Nada?
Las estrellas también mueren.
Y los extremos se tocan.
Vocativo reflexivo
Uno puede Amarse Abrazarse Pensarse
Vivirse Masturbarse…Quitarse de en medio.
Pero no puede Morir-se. Morir sólo es infinitivo,
tiempo muerto, y Morirse un verbo no reflexivo.
Uno se muere viviendo, o muere, sin se, o se nos muere sin mas
ni más, y no puede decir (me) he muerto o estoy muerto.
La muerte propia, nuestra muerte, nos es ajena. Nos morimos
en los ojos de los otros. Y a ti, amor, no quiero
que te mueran mis ojos.
Se despertó cuando le golpearon las mejillas.
El dinero, danos el dinero.
No tengo nada más que lo que veis.
El dinero, danos el dinero, o te mataremos.
No tengo nada más que lo que veis.
Y le robaron la Vida
para llevarse de ella sólo la Muerte,
en los ojos.
Naderías y despueses
Nada es después de la muerte.
Nada es después de la vida.
Después de la muerte es después de la vida.
Nada.
¿Nada?
Las estrellas también mueren.
Y los extremos se tocan.
Vocativo reflexivo
Uno puede Amarse Abrazarse Pensarse
Vivirse Masturbarse…Quitarse de en medio.
Pero no puede Morir-se. Morir sólo es infinitivo,
tiempo muerto, y Morirse un verbo no reflexivo.
Uno se muere viviendo, o muere, sin se, o se nos muere sin mas
ni más, y no puede decir (me) he muerto o estoy muerto.
La muerte propia, nuestra muerte, nos es ajena. Nos morimos
en los ojos de los otros. Y a ti, amor, no quiero
que te mueran mis ojos.
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Adagio, Eleni Karaindrou