
Mirada en su conjunto, la obra de Xulio López Valcárcel (Vid. entrada anterior), es una melancólica reflexión sobre la soledad, la ausencia y las numerosas perdidas a las que nos aboca el paso del tiempo: "Tal parecera que imos colleitando vivencias para despois perdelas /Tal parece que vamos cosechando vivencias para después perderlas". Muestra de ello, son los tres primeros poemas que recojo de Solaina de ausencia (1987). Los dos últimos, pertenecen a O sol entre os dedos(1993), en palabras del propio poeta “una reflexión sobre la paternidad”. Versos en los que aflora la ternura y la ilusión, pero no exentos de melancolía. La presencia del hijo, en los mismos espacios de infancia del poeta, es un aliento de vida, pero al mismo tiempo le regresa a un pasado que provoca una reflexión sobre el dolor de vivir, sobre la imposibilidad de recuperar las cosas que amamos y el vacío que dejan en nosotros los seres queridos que ya no son.
Imposibel o retorno
Nunha música vouga
onde se perden os perfis
que sucumben á voraxe
apenas un xesto, unha sonrisa,
unha imaxe imprecisa,
pero amada,
implacabel o tempo deixa.
De Solaina de ausencia
Imposible el retorno
En una música vacía
donde se pierden los perfiles
que sucumben a la vorágine
apenas un gesto, una sonrisa,
una imagen imprecisa,
pero amada,
implacable el tiempo deja.
***
Chega, calada,
na sedosa melodía do silencio
a túa fragancia
e es a miña compañeira de butaca,
a adolescente que me cruza,
a nena que xoga
no meio dunha praza solitaria.
Por veces surpréndesme
nalgún recanto escuro da memoria.
Alí me agardas e fálasme
como através dun cristal,
da fúnebre poesía daquel inverno,
dos días compartidos,
dos xardíns que soñamos
como illas que xa nunca serán certas.
De Solaina de ausencia
Llega, callada,
en la sedosa melodía del silencio
tu fragancia
y eres mi compañera de butaca,
la adolescente que me cruza,
la niña que juega
en medio de una plaza solitaria.
A veces me sorprendes
en algún rincón oscuro de la memoria.
Allí me esperas
y me hablas como a través de un cristal,
de la fúnebre poesía de un invierno,
de los días compartidos,
de los jardines que soñamos
como islas que ya nunca serán ciertas.
***
Arrincónanos o tempo.
Fainos cinza morta,
sombra de outrora.
O tempo devora a leve
elegancia dos veleiros
e murcha celeste belleza
namorada,
Golpéanos os corpos,
arrástranos nun vendaval
de cegas forzas;
chove a súa decepción
sobre as plantas e os astros,
transforma os versos en papeis rotos.
O Tempo, O Tempo convirte
ao neno en home,
e ao home en sombra.
Apaga a luz nos ollos.
Alónxanos de nós
e desbasta a memoria
dos camiños e dos corpos.
De Solaina de ausencia
Nos arrincona el tiempo.
Nos vuelve ceniza muerta,
sombras de otras horas.
El tiempo que devora la leve
elegancia de los veleros
y marchita celeste belleza
enamorada,
nos golpea los cuerpos,
nos arrastra en un vendaval
de ciegas fuerzas;
llueve su decepción
sobre las plantas y los astros,
transforma los versos
en papeles rotos.
El Tiempo. El Tiempo convierte
al niño en hombre,
y al hombre en sombra.
Apaga la luz de los ojos.
Nos aleja de nosotros
y desbasta la memoria
de los caminos y de los cuerpos.
***
Meu neniño, cando chegues
que o arco da vella estenda
o seu grande abrazo de cores
e te anuncie.
Que enmudeza o vento e sexa
a penas lene airexiña de cóxegas
xogando no teu pelo.
Os bosques profundos dos que xorden
as pegadas dos teus pasos sen eco
fagan máis pura e solemne
a gravidade do silencio.
Que cante o merlo nos pomares
da mesma horta
que me regalou a infancia.
A ferida translúcida do día
a súa redonda e plena copa
de fragancia ofreza.
Que o murmurio das fontes
se adelgace
como cristal de íntima ocarina,
e que a sinfonía da chuvia calada
caendo sobre a herba,
como a distante cantiga
que a avoa campesiña me cantaba
o máis doce arrola sexa,
berce de amor para o teu sono.
De O Sol entre os dedos
Niño mío, cuando llegues
que el arco iris extienda
su gran abrazo de colores
y te anuncie.
Que enmudezca el viento y sea
apenas leve brisa de cosquillas
jugando en tu pelo.
Los bosques profundos de los que surgen
las huellas de tus pasos sin eco
hagan más pura y solemne
la gravedad del silencio.
Que cante el mirlo en los pomares
de la misma huerta que me regaló la infancia.
La herida translúcida del día
su redonda y plena copa
de fragancia ofrezca.
Que el murmullo de las fuentes
se adelgace
como cristal de íntima ocarina,
y que la sinfonía de la lluvia callada
cayendo sobre la hierba como la distante canción
que la abuela campesina me cantaba
el más dulce arrullo sea,
cuna de amor para tu sueño.
***
Regreso
Golpeante sombra,
remotas
as mesma luces familiares,
os ecos esmorecidos
dos ausentes.
Dormes
no mesmo leito que eu nacín.
Seguen
os vellos libros,
os antigos mobles
que acolleron
aquela intimidade
de veludo lento.
Pesa a memoria
dos seu nomes…
Esfórzase en seguir
quen permanece.
A mesma penunbra,
as apagadas voces
que se dispersaron
no tempo.
Igual que daquela
a vaga luz no fondal
dun misterio,
os obxectos quedos
nun silencio
que vai máis aló do silencio.
Acaso os mesmos soños
devastados.
Todo distante
e perdido,
sen cores os recordos.
Mais ti dormes,
a cadencia en paz
do teu respirar
enche de vida
a desolación destas estancias…
Se aínda estamos vivos,
ao menos, máis apacible, o perdido.
De O sol entre os dedos
Regreso
Golpeante sombra,
remotas
las mismas luces familiares,
los ecos apagados
de los ausentes.
Duermes
en el mismo lecho que yo nací.
Siguen
los viejos libros,
los antiguos muebles
que acogieron
aquella intimidad
de terciopelo lento.
Pesa la memoria
de sus nombres…
Se esfuerza en seguir
quien permanece.
La misma penumbra,
las apagadas voces
que se dispersaron
en el tiempo.
Igual que entonces
la vaga luz en el pozo
de un misterio,
los objetos quietos
en un silencio
que va más allá del silencio.
Acaso los mismos sueños
devastados.
Todo distante
y perdido,
sin colores los recuerdos.
Pero tú duermes,
la cadencia en paz
de tu respirar
llena de vida
la desolación de estas estancias…
Si todavía estamos vivos,
al menos, más apacible, lo perdido.
remotas
las mismas luces familiares,
los ecos apagados
de los ausentes.
Duermes
en el mismo lecho que yo nací.
Siguen
los viejos libros,
los antiguos muebles
que acogieron
aquella intimidad
de terciopelo lento.
Pesa la memoria
de sus nombres…
Se esfuerza en seguir
quien permanece.
La misma penumbra,
las apagadas voces
que se dispersaron
en el tiempo.
Igual que entonces
la vaga luz en el pozo
de un misterio,
los objetos quietos
en un silencio
que va más allá del silencio.
Acaso los mismos sueños
devastados.
Todo distante
y perdido,
sin colores los recuerdos.
Pero tú duermes,
la cadencia en paz
de tu respirar
llena de vida
la desolación de estas estancias…
Si todavía estamos vivos,
al menos, más apacible, lo perdido.
***
Les dejo con Espido y un dulce "Arrorró"