
Coitelos
A vida prepara con dedicación artesanal
os seus coitelos máis finos e máis tristes
para que un día unha folla azarosa toque con feitizos
a parte da pel en que máis confiamos (1)
Cuchillos
La vida prepara con esmero artesanal
sus cuchillos más finos y más tristes
para que un día una hoja azarosa toque con hechizos
la parte de la piel en que más confiamos.
A Ubaldo Piñeiro le llamaban El pistolas. Cerraba su mano derecha y con el índice, como el cañón de una recortada, disparaba la bala de su mirada apuntando con precisión a la diana de nuestros ojos. Cuando permanecía inmóvil, las piernas separadas apuntalando el suelo bajo sus pies, la trayectoria de la recortada dibujaba un semicírculo, y el índice disparador percutía con la misma rapidez que un revólver de acción doble: tú-tú-tú-tú. Pero había veces que avanzaba entre las filas del aula, y en cada paso había un silencio, el tiempo de amartillar un revólver. Entonces el dedo índice iba trazando una perpendicular o una diagonal, y los disparos eran pausados y más certeros. El pronombre sonaba como un golpe seco, rotundo, sobre cada uno de los que señalaba: TÚ--TÚ--TÚ… Después, sin reparar en la condición de cada cual, enumeraba varios sustantivos que en aquel contexto se convertían en calificativos: Tú, mujer; Tú, gitano; Tú, inmigrante; Tú, varón; Tú, poeta… ¡Qué hijo de la grandísima cabra divina era El pistolas!... Sus balas atacaban siempre por el flanco más débil… “Injusto, decía, les parece injusto, ¿verdad?”, y él mismo se respondía: “Síiii, claro, claro que es injusto”. Luego , con paso lento, se subía a la tarima, y en un plano de picado sobre nuestras cabezas, dejaba caer la sentencia: “Pero recuerden, mientras las cosas no cambien, la vulnerabilidad es algo que hay que aprender”. Y ya sin apuntar con su índice disparador, la mirada severa planeando todavía sobre la clase, el silencio se hacía más tenso y se contenía la respiración, hasta que una sonrisa benévola se dibujaba en los labios del profesor Piñeiro.
Desde entonces, la sombra alargada de aquella palabra -Vul-ne-ra-bi-li-dad-, se proyecta sobre algunos de nosotros, un chaleco antibalas que ayuda a proteger nuestra condición, nuestra singularidad, nuestra diferencia… nuestras fragilidades. Pero a veces nos lo quitamos o simplemente se nos olvida en el perchero de la salida o de la entrada de la casa. Y fue en uno de esos días, cuando a Ubaldo Piñeiro una bala le alcanzó una parte vital. No lo mató, pero dejó tierra quemada. Y eso que él bien que lo sabía.
***


(1) La cita que encabeza este texto es de
Xosé Mª Álvarez Cáccamo (Vigo 1950) y pertenece al libro
Cimo das idades tristes ( 1988). De estética decadente y tan amargo como bello, constituye uno de los mejores poemarios publicados en lengua gallega en la década de los 80. Os dejo la versión original y la traducción de tres poemas:
As tres figuras da soidade
Tres son as figuras da soidade que acompañan
as horas dun home desde as primeiras pétalas de luz
até a estación de cinza onde non cabe
ningunha modalidade de harmonía.
A primeira ten volume de casa sen xanelas e non entran
os brinquedos do riso nen as caricias que se usan para
preguntar: Cómo estás meu amor. Logo a segunda
nace no vento das alcobas, onde se cruzan
dous idiomas opacos. Sen espello, as palabras
persiguen a altura das aves pero nunca chegan
e deben regresar á boca que as libera.
A terceira figura da soidade circula en espiral arredor
dunha sombra
e vai con ela polas cidades e toca con ela nas coroas fráxiles
e nos ángulos esquivos dos corpos transitorios
encontrados nun azar de brillos excitantes.
As tres formas de soidade son todos os amores
que un home pode usar ate o día da morte.
Las tres figuras de la soledad
Tres son las figuras de la soledad que acompañan
las horas de un hombre desde los primeros pétalos de luz
hasta la estación de la ceniza donde no existe
ninguna modalidad de armonía.
La primera tiene volumen de casa sin ventanas y no entran
los juegos de la risa ni las caricias que se usan para
preguntar: Cómo estas amor mío. Entonces la segunda
nace en el viento de las alcobas, donde se cruzan
dos idiomas opacos. Sin espejo, las palabras
persiguen la altura de las aves pero nunca llegan
y deben regresar a la boca que las libera.
La tercera figura de la soledad circula en espiral alrededor
de una sombra
y va con ella por las ciudades y toca en las coronas más frágiles
y en los ángulos más esquivos de los cuerpos transitorios
encontrados en un azar de brillos excitantes.
Las tres formas de soledad son todos los amores
que un hombre puede usar hasta el día de la muerte.
CoitelosA vida prepara con dedicación artesanal
os seus coitelos máis finos e máis tristes
para que algún día unha folla azarosa toque con feitizos
na parte da pel en que máis confiamos. E trae
as navallas precisas, armas
que apenas mostran a ferida aberta, o río de excesivo
desprendimento e pranto.
Parecen os coitelos, que son palabras amistosas
e ás veces son caricias,
instrumentos fermosos para acompañar a solemne
festividade da mesa. Ninguén pensa
que, logo da alegría e dos felices
pratos que nos foron servidos e tamén
daquel fluír de rostros que se falan
con moito amor despois do viño,
os coitelos pudesen abrir follas dentadas,
florir rosas de óxido, brillar
con violenta intención.
Pero hai un día
en que todas as navallas e coitelos que foran simplemente
avisos
para a prudencia
medran ata facerse ferros dun terror que sabe matar.
A vida leva moitos anos preparando armas delicadas
e todas as feridas milimétricas,
os cortes paralelos de lenta miniatura,
non foron máis que agoiros dunha crecida de sangue
que nos fará homes moi tristes e moi pacíficos para sempre.
CuchillosLa vida prepara con esmero artesanal
sus cuchillos más finos y tristes
para que algún día una hoja azarosa toque con hechizosl
a zona de la piel en que más confiamos. Y trae
las navajas precisas, armas
que apenas muestran la herida abierta, el río de excesivo
desprendimiento y llanto.
Parecen los cuchillos, que son palabras amistosas
y a veces son caricias,
instrumentos hermosos para acompañar la solemne
festividad de la mesa. Nadie piensa
que, luego de la alegría y de los felices
platos que nos fueron servidos y también
de aquel fluir de rostros que se hablan
con mucho amor después del vino,
los cuchillos pudiesen abrir hojas dentadas,
florecer rosas de óxido, brillar
con violenta intención. Pero hay un día
en que todas las navajas y cuchillos que fueron simplemente
avisos
para la prudencia
crecen para convertirse en hierros de un terror que sabe matar.
La vida lleva muchos años preparando armas delicadas
y todas las heridas milimétricas,
los cortes paralelos de lenta miniatura,
no fueron más que augurios de una crecida de sangre
que nos hará hombres muy tristes y muy pacíficos para siempre.
Dous consellos
Hai paixóns mortais que se aparecen
con ollos candorosos, con inxenua
proposta cuase transparente. Non
cedas a ese engado, non te creas
cobarde por negarte
ás promesas felices. Talvez logo
deberás aceptar os dons dun sufrimento
inútil nesta altura do teu ser.
Isto aconsello.
Pero tamén che digo: Escoita
o ruido breve desas paixóns que nacen
arredor do teu día silencioso, abre
os ollos ás miraxes transparentes. Entra
con todo o teu poder en terra fértil
de promesas, vive
entregada ás últimas vontades de pracer
que un brevísimo outono che reserva.
Dos consejosHay pasiones mortales que se aparecen
con ojos candorosos, con ingenua
propuesta casi transparente. No
cedas a ese hechizo, no te creas
cobarde por negarte
a las promesas felices. Tal vez luego
deberás aceptar los dones de un sufrimiento
inútil en esta altura de tu ser.
Esto aconsejo.
Pero también te digo: Escucha
el ruido breve de esas pasiones que nacen
alrededor de tu día silencioso, abre
los ojos a las miradas transparentes. Entra
con todo tu poder en tierra fértil
de promesas, vive
entregada a las últimas voluntades del placer
que un brevísimo otoño te reserva.