
A Pedro Glup Y Belencicuta
¡Cuarenta! ¡Pardiez! ¡Cuatro veces diez!…
Madre, debo disculpas…. Por aquel tiempo yo era una parvulita que todavía contaba por los dedos y no me alcanzaban los de las manos ni aún las dedas de los pies. Y como le ocurría a Buzzati con su padre, tampoco me veía con tu edad. Imposible imaginar que un calendario pariese años en rápida progresión hasta acercarme y alejarme de un número omnímodo que me sitúa en el XXI, un siglo que entonces sólo tenía cabida en las historias de ciencia ficción.
Pero qué bien que estoy aquí, a punto de cumplir un año más y deslizándome por la pendiente de la cuarentena con la misma cara de velocirráptor que muestran Calvin y Hobbes en la imagen de cabecera. Y retomando a Buzzati, “Ustedes se reirán pero no advierto en mí ninguna diferencia apreciable desde que tenía treinta años[…] Ha habido, ciertamente, una disminución de la cantidad de energía… pero en lo cualitativo, mi disposición sigue siendo la misma […] Tengo pues la absurda e incluso escandalosa sensación de que mi juventud no ha acabado todavía, aunque el espejo, la fecha de nacimiento, la forma en que el prójimo me considera, lo desmientan claramente”.
Claro está que suscribo las palabras del italiano, aunque el colorín del adverbio es mío. Y es que ese intruso, “Todavía”, me mete el dedo en el ojo. Porque, como Montano, el personaje letra-herido de Vila-Matas, enhebro hilo literario y sigo el vuelo de otros pájaros. Y ese adverbio me lleva a Santomé, el protagonista de La Tregua, inolvidable novela de Mario Benedetti : “Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: “Pero si usted todavía es joven. Todavía… Todavía quiere decir: se termina”.
Respiremos hondo… Sí, todo, todo se termina, y siempre habrá un intruso, una áspera palabra que nos defina como tiempo, como tiempo finito. Pero yo todavía me rebelo, porque “Todavía” es tiempo continuo, “Todavía” es gerundio. Martín Santomé no supo combatir ni retorcerle el pescuezo a ese intruso y pensando en el futuro desperdició parte del hermoso gerundio que Laura Avellaneda quiso ofrecerle. Por eso quiero que el final de todo este embrollo de Tiempo y Literatura sea el de Cumpleaños de Buzzati: “Tengo la confianza de un largo mañana, la ilusión, la esperanza… ¡la terrible esperanza!” ( el colorín es mío, el intruso de Buzzati).
Además de que me feliciten por mi cumpleaños (29, jueves), la entrada es para invitarles a leer:
Calvin y Hobbes, Bill Watterson, Ediciones B. Tiras cómicas con las aventuras y reflexiones de esta pareja de genuinos y divertidos filósofos. Humor inteligente y para todos los públicos.

El Colombre, Dino Buzzati, edit. Acantilado. Colección de cuentos. Fábulas, cuentos realistas y mundos oníricos nos adentran en el laberinto del ser humano. El italiano encandila.

El mal de Montano, Enrique Vila-Matas, edit. Anagrama. Para todos aquellos que disfrutan con lo
