¿No ves la estaca a la que estamos todos atados?,
Si jo l'estiro fort per aquí
i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba
i ens podrem alliberar.
(L’ Estaca, Lluis LLach)
Para bien y para mal, en una pequeña ciudad sabemos que nos desconocemos mucho porque nos conocemos un poquito casi todos. En las concentraciones y sentadas de Indignados en la Plaza Maior de mi ciudad, se me ofrecen estampas no menos peculiares que en otras plazas del resto del país: una joven dando un yogur a su hijo, padres y madres con niños sobre sus hombros o bebés en carritos, perros pacientes y educados con sus amos… A bastantes de los que allí están no les desconozco del todo, sé que son universitarios, licenciados en paro, trabajadores con o sin trabajo, pensionistas, profesores, administrativos, escritores, artistas… También sé que algunos son “cristianos de base”, pertenecen a asociaciones ecologistas, están implicados en Comercio justo, colaboran con ONG, participan en diferentes asociaciones culturales y movimientos ciudadanos… Pienso, mientras los observo, que son un muestrario de las diferentes personas que se concentran en otras plazas y que fueron tildados por algún periodista con el descalificativo de “Chavalada”. Muchos de esta “Chavalada” (bastantes con más de cuarenta) llevan tiempo trabajando silenciosamente en colectivos y organizaciones al margen de las instituciones, planteando alternativas y contribuyendo con pequeños gestos a una sociedad más justa, y algunos viviendo al margen de un sistema económico para el que no cuentan, un sistema que está corrompido y, queramos o no, tiene fecha de caducidad. Estos colectivos y movimientos alternativos quieren tener voz y acabar con el estereotipo de los nini o de los jóvenes enquistados en las alforjas de papás canguros. Mientras la mayoría de la clase política va por un lado, apoyados por minorías a las que les funciona su gestión y por desconcertados o poco críticos ciudadanos, muchas minorías, que no les va tan bien o no se sienten conformes con lo que se les ofrece, hilan y tejen por su cuenta y ahora quieren que se les escuche. ¿Hace falta recordar a otros jóvenes, más o menos “ilustrados”, que en los 60 y 70 se rebelaban en la sombra y vivían de espaldas al paso que marcaba el régimen de un general dictador? Tal vez eran la “Chavalada” de entonces que cuando tuvieron oportunidad tomaron voz y mando y mal que bien ayudaron a construir una democracia que hoy cuestionamos porque los tiempos cambian. Sería de ingenuos pensar que el Movimiento 15-M tiene una barita mágica para trasformar a corto plazo - a golpe de asambleas y redactando justas peticiones más o menos viables- un sistema económico que lleva mucho tiempo cometiendo errores de bulto y devorando a quienes lo sostienen sobre sus hombros. También es de ingenuos pensar que pretendía incidir sobre los resultados de las pasadas elecciones, o esperar que se esfume en el aire y pelillos a la mar. Sí, es de ingenuos. Esto es la punta del iceberg de un solapado descontento, una digna protesta y llamada de atención dirigida a los políticos que colaboran con un sistema que necesita cambios profundos, porque muchos ciudadanos no quieren seguir entregándose para pagar el tributo al Minotauro del poder financiero, no están dispuestos a ser devorados por un sistema corrupto y que se rige sólo por el beneficio económico y genera desigualdad e injusticia. El problema es de gran calado y no se arregla con la alternancia de siglas en elecciones locales o generales, pasa también por reformar la Constitución y cambiar leyes. Se levantarán las acampadas, puede que el movimiento se disperse y se diluya aparentemente, pero no nos engañemos, la mecha está prendida y el bosque lleno de maleza. El 15-M es sobre todo un movimiento crítico y de concienciación ciudadana, el despertar de un letargo social y una bocanada de aire fresco que muchos deseábamos. Sólo por esto ya merece ser respetado y tenido en cuenta, y miope es la mirada de partidos políticos y periodistas que lo ningunean. Lo que si debemos tener claro los Indignados es que somos corredores de fondo, tendremos que resistir sabiendo que hay que cambiar leyes para domar al Minotauro más tarde que pronto, que el camino es difícil, largo y no exento de riesgos y zancadillas. El Minotauro es una bestia fuerte, soberbia, bien alimentada y sabe guarecerse en los intrincados laberintos de la ley y del poder internacional. Se necesitan muchos hilos de Ariadna para traspasar fronteras, concienciar poco a poco, instar a la responsabilidad ciudadana, a la solidaridad, a la realización de pequeños gestos que a largo plazo modifican actitudes. Y mantenernos unidos exigiendo a los gobernantes que modifiquen leyes, que planten cara a la dictadura internacional del poder económico y establezcan políticas de justicia y equilibrio para los ciudadanos y el planeta en que vivimos. Sí, los Indignados tendremos que ser corredores de fondo, tener paciencia y constancia. Tomemos aire, resistamos, sobran los motivos:
"Nunca el poder del dinero fue tan inmenso, tan insolente y tan egoísta, y nunca los fieles servidores de Don Dinero se situaron tan alto en las máximas esferas del Estado [...] La brecha entre los más pobres y los más ricos jamás ha sido tan profunda; ni tan espoleados el afán de aplastar al prójimo y la avidez por el dinero [...] Los líderes políticos, económicos e intelectuales y la sociedad no tienen que ceder ni permitir la opresión de una dictadura internacional real o de los mercados financieros que amenazan la paz y la democracia [...]
Les recomiendo leer las reflexiones y el detallado análisis sobre el 15-M que en diferentes entradas hace Pedro Ojeda Escudero en La acequia