30 de abril de 2009

Flores y Calvin Klein

¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
Soneto de la guirnalda de rosas

F. García Lorca.

Por mirar as cerdeiras como botan flor
Amigo, namorada vou.
Cantiga nova que se chama riveira, A. Cunqueiro
El color verde del reino vegetal ha sido siempre asociado a la fecundidad y a la vida que se regenera cíclicamente, y por tanto a la inmortalidad. Las coronas y guirnaldas fueron atributos de ciertos dioses de la antigüedad (el laurel de Apolo, el olivo de Minerva o el mirto de Venus), y la posesión de ellas se asimilaba a la divinidad, a la superioridad y al poder. El intercambio de plantas, ramos y flores ha sido y es en la vida cotidiana una expresión de amor o una invitación a amar, e incluso la forma de algunas plantas y flores sugieren una imagen bella y sublimada de la sexualidad. Por todo ello , desde tiempos remotos, flores y elementos vegetales han acompañado el misterioso juego de contrarios que conforma nuestra existencia -Amor/ Muerte, Felicidad/Dolor, Eros/ Tanatos-, y han estado presentes en las ceremonias del triunfo, en los ritos amorosos y en los que acompañan a la muerte.
Una vez hecha esta introducción, decirte a ti, lector, que en esta entrada de hoy, los verdes y las flores a los que hago referencia y las imágenes que aquí se muestran no destilarán fuerzas tanáticas, y que más que divinidad o poder, quiero que destilen y despierten sensualidad y Eros, no sólo como fuerza del amor erótico sino también como fuerza para el impulso creativo.

Les invito primero a mirar este cuadro.

Lo reconocen, claro. Es El gran masturbador, ese autorretrato de Dalí cabeza abajo - su narizota tocando tierra es inconfundible - que además retrata sus obsesiones sexuales. Que por qué lo traigo aquí… Bien, antes de responder, lanzo, como buena gallega pecadora que incurre en el tópico, otra pregunta:

¿Qué te sugiere, lector, el nombre de “Calvin Klein”?... mmm ¿Una prestigiosa marca de ropa interior?

Pues ahora lee este poema de Ana Rossetti:

Calvin Klein, underdrawers
Fuera yo como nevada arena
alrededor de un lirio,
hoja de acanto, de tu vientre horma,
o flor de algodonero que en su nube ocultara
el más severo mármol Travertino.
Suave estuche de tela, moldura de caricias,
fuera yo, y en tu joven turgencia
me tensara.
Fuera yo tu cintura,
fuera el abismo oscuro de tus ingles,
redondos capiteles para tus muslos fuera.
Fuera yo, Calvin Klein. (1)

C. K. “bajo pantalones”, lirio, hoja de acanto, flor de algodonero… Qué atrevida, refinada, transgresora y sutil combinación la de Ana Rossetti en este poema donde las flores son símbolo inequívoco de la expresión del deseo sexual y la voz femenina invierte el discurso amoroso petrarquista. La mujer deja de ser el objeto pasivo de deseo y se convierte en sujeto que derrocha sensualidad, que rinde culto a la belleza del varón y expresa el deseo erótico. La poeta conjuga la delicadeza de las flores con la dureza de un “mármol Travertino”, con los “redondos capiteles”, motivos estos que remiten a un mundo clásico y que se entremezclan con unos contemporáneos Calvin Klein de suave “flor de algodonero”.
Ahora les invito a a recrearse en la sensualidad de unos óleos con motivos florales de la pintora Georgia O' Keeffe , Canna roja, Petunia y Coleus, y especialmente Calla Lillies (Azucenas). Y después contemplen de nuevo el cuadro de Dalí y verán que reúne los Calvin Klein de los versos de Ana Rossetti y una de las blancas azucenas de G. O' Keeffe.

"La mayor parte de la gente de las ciudades va corriendo de un lado para otro, no tiene tiempo para mirar una flor. Quiero que la vean tanto si lo desean como si no". Georgia O ' Keeffe (2)

Y ya que estamos en primavera y ante un largo fin de semana, sugiero que en ese paseo que den o en ese viaje que hagan no pierdan la oportunidad de deleitarse con la sensualidad de las flores y plantas. Combinen azahar, cerezo, lirios, acacias, rosas, margaritas… con el frescor y la fragancia del mirto, la hierbabuena, la lavanda… o con una sencilla hiedra... En lo más íntimo de nuestro ser no dejamos de ser plantas trepadoras que lanzamos nuestros zarcillos para enredarnos, entrelazarnos, abrazarnos, anudarnos…
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(1) El poema Calvin Klein, underdrawers pertenece a Los devaneos de Erato, incluido en La Ordenación: retrospectiva (1984-2004), editorial Fundación José Manuel Lara.

(2)Georgia O'Keeffe (1887, Wisconsin-1986, Nuevo México)
Es sobre todo conocida por sus cuadros casi abstractos basados en ampliaciones de plantas y flores, obras de gran elegancia y vitalidad, cuyas formas sensuales están llenas de sugerencias sexuales. El reconocimiento de la obra de pintora debe mucho al fotógrafo Alfred Stieglitz con quien mantuvo una relación desde 1918 hasta 1946. Admirador profundo de su pintura, posibilitó las primeras exposiciones de la obra de la artista. Stieglitz realizó numerosas fotografías de Georgia en las que establece una relación dual entre el cuerpo de ella y su obra. Retrató sobre todo sus manos ante los lienzos y naturalizó su cuerpo, su torso, identificándolo a menudo con las flores abiertas de sus pinturas. ( La fotografía de la derecha pertenece a Stieglitz)
O’ keeffe creó un estilo pictórico que raras veces sobrepasó el ámbito de la abstracción, en el que cada pincelada o trazo físico era suprimido en la superficie. El contraste y el trazo preciso dominaban especialmente en sus composiciones de motivos florales. Utilizó efectos fotográficos como puntos de reflejo en la cegadora luz del fondo.
Pintó sus primeros cuadros de flores de gran formato en 1924, los primeros paisajes urbanos de Nueva York en 1926 y, tras una larga estancia en Nuevo México en 1929, ejecutó la primera de sus pinturas de huesos en 1931. Tras la muerte de Stieglitz, acaecida en 1946, O'Keeffe se instaló definitivamente en Abiquiu, Nuevo México

23 de abril de 2009

Damas



Dama misteriosa

Dama misteriosa
de volátil y extraña belleza,
hechicera de los bosques
preñada por las aguas
que ligera brotas para enredarte en el aire
y armar tu blanca chistera,
en tu quietud duermen
las voces mágicas de la tierra.

Dama amante

En el cabaret de la noche
eclipsa la rutilante luz de las estrellas.
Gilda vestida de blanco satén,
que luce en sus manos, de dedos largos,
guantes de fina seda.
Fuma en pipa larga y bebe licores de agua.
Baila jazz y con voz grave y blanda,
como el silencio, canta blues.
Volátil, sensual e inquietante,
amante promiscua y cortesana,
viaja abrazada al aire
besa el talle de la noche
y duerme en el lecho del agua


Dama perezosa

El ruido del motor roza los bajos de tu capa
pero tú , que eres dama perezosa,
das la vuelta y te abrazas a la almohada.
No te gusta madrugar.
Misteriosa y nocturna como eres,
seguro que esta noche te habrás ido de juerga
-mucho ron y mucho humo-,
y ahora estás de resaca y te duele la cabeza.
Es probable que hoy, en todo el día, no pienses
ni levantarte de la cama .Si es así, te maldigo: ¡Pendeja!
Pues mientras tú te entregas al dulce placer de dormir
yo me esfuerzo en conducir .
¡Maldita niebla!


Las pinturas que ilustran esta entrada pertenecen a Maruja Mallo (Vivero, Lugo 1902-Madrid 1995). De ella dijo García Lorca:


"Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad."















18 de abril de 2009

Entre Burros Anda el Juego

-Os homes non queren ser burros.
-Queren ser leóns, tigres, panteras, elefantes...
(Castelao; Album Cousas da vida)

Bien saben ustedes que los animales, como personajes maravillosos y fantásticos, gozan en la ficción de una vasta tradición literaria. Desde que el griego Esopo inventó las fábulas, éstas no han dejado de retomarse, recrearse y ampliarse en distintas épocas y por distintos autores. El latino C. Fedro ( S. I ), el francés Jean de la Fontaine (1621-1695), los españoles Samaniego (1745- 1801) y Tomás de Iriarte ( 1750-1791), la inglesa Beatrix Potter ( 1858-1943) o los escritores hispanos más contemporáneos como Borges, Cortázar, Javier Tomeo, Cabrera Infante , Augusto Monterroso… que también han apostado por estas composiciones.
Todas ellas tienen en común ser breves historias protagonizadas por animales (también plantas u otros objetos personificados) que muestran con humor e ironía vicios y virtudes del ser humano y proponen al lector una reflexión. Cierto que la explicita y deliberada intención didáctica y moralizante que tenían hasta el siglo XIX se ha ido diluyendo en lo cuentos más modernos, siendo sustituida ahora por un oscuro misterio o un incompleto final que sorprende y desconcierta al lector de hoy más perspicaz y deseoso de la sugerencia que de los finales cerrados.

Escribir sobre el protagonismo de los variopintos animales que aparecen en las fábulas es tarea larga, por eso mi entrada de hoy va a tratar exclusivamente de Burros. Y es que la cuestión viene porque el otro día, ante la ignorancia manifestada por mí en el uso de una palabra, alguien me espetó un derechazo: “¡Borrica!” Y yo, que soy agradecida, pensé para mis adentros “Nunca te acostarás sin saber una cosita más”, pero convencida de que la mejor defensa es un buen ataque, respondí con una siniestra sutil: “Oiga, usted, no se me ponga farruco, que le atizo con los burros filósofos de Castelao”. Y en eso estoy, tú, que te quiero atizar. Así que estos orneos (rebuznos) van por Ti, Majo!

Primero aclararé que el calificativo de “filósofos” para los burros de Castelao es mío, pero les demostraré que se merecen este adjetivo con un texto del autor gallego que les copio al final. Ahora tengan un chisco de paciencia y esperen unas líneas más que aún me quedan unos cuantos rebuznos literarios. Y es que en la historia de la literatura hay estupendos y variados pollinos para elegir y recrear.

Por ejemplo, El burro cagaduros, jamelgo cómplice de una historia de amor, que con gran rebuzno de satisfacción excretaba monedas de oro por la retaguardia cuando el dueño hacía girar las borricas orejas del animal. Curioso cual gallina de los huevos dorados, ¿verdad?. Pues a éste valioso jumento lo pueden encontrar en Cuentos al amor de la lumbre de A. R. Almodóvar (Madrid, Anaya, 1988)

Otro de mis burros favoritos es El asno de Buridán, un poco absurdo el pobre, pero muy aleccionador para necios y burros indecisos por la paradoja que plantea. Y es que enfrentado ante dos montones iguales de heno, el pollino no sabe cual elegir y termina muriéndose de hambre -ya ven qué cosas. A veces un dios da pan a quien no tiene dientes-. El nombre que se le da al animal viene por ser el protagonista de un antiguo argumento escrito por el francés Jean Buridan (1300 -1358), teólogo escolástico discípulo de Guillermo de Ockhan, defensor del libre albedrío y de la posibilidad de ponderar toda decisión a través de la razón.

Además de Buridanes y Cagaduros tenemos también a fieles pollinos como el inolvidable “Rucio”, el inseparable compañero y amigo de una jaca flaca trasformada en el flamenco Rocinante por el magín de nuestro Hidalgo Caballero. Sí, hablo del mismo, del “Rucio” que transportaba con paciencia y dignidad por manchegas tierras el peso del escudero que se soñaba gobernador de la prometida, por el de la Triste Figura, Ínsula de Barataria.

Y bueno, para rematar y no rebuznar en demasía, traigo aquí a un burro “Pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón”; ese burro cordial y cariñoso que nos transporta a la candorosa infancia, como mi Majín, de Majo y con caprichosa “J” de las Pájinas Escojidas de don Juan Ramón. Y es que el Majín, aunque feucho, fue mi y hermoso y entrañado Platero de la infancia. Pero, miren, no quiero ser pesada, y esta historia, mejor, se la cuento otro día.
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Les dejo con una pequeña fábula de Miguel Agustín Príncipe (Caspe, 1811- Madrid 1863) y el texto anunciado, unha Cousa de Alfonso R. Castelao (Galicia, 1886- Argentina, 1950), en versión original y mi traducción al castellano.
El hombre y el asno
Aunque parezca broma,
conviniéronse un Hombre y un Borrico
en enseñarse el respectivo idioma;
y el Burro… ¡suerte impía!
no aprendió ni un vocablo solamente
en dos años de estudio y de porfía,
entretanto que el Hombre, en solo un día,
aprendió a rebuznar perfectamente.
No trates con el bruto ni un minuto,
pues no conseguirás la alta corona
de hacerle tú persona,
y puede suceder que él te haga bruto.
(Miguel Agustín Príncipe)

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O Burro non bulía nin chisco

O burro non bulía nin chisco: tiña os olhos abertos, enfiados no chao, e polas trazas o burro cavilaba de firme , asolagado nas súas cavilacións. Eu enfiei os meus olhos no burro é tamen me puxen a cavilar, esquecido de min mesmo; ensumíndome nos adentros da besta, e sen facerme cargo, os meus pensamentos eran os do burro.

Os homes non queren ser burros; quixeran en troques seren leóns, tigres,lobos..., xustamente porque os homes son máis burros que leóns, que tigres, que lobos...Por iso a verba "burro" é un alcume aldraxante para eles.
O meu lombo rexe con calquera home e secomasí os homes prefiren un cabalo, un elefante...calquera besta máis grande que eles, de modo que ninguén poida dicer:"Velaí van dous". Non nos aprecian porque ollan en nós as virtudes dos homes de ben. Somos amigos dos probes, amparo dos mendicantes, temos levado no lombo a Noso Señor e San Francisco Asis; pero non levamos ningún guerreiro.
A paz virá cando os homes todos queiran ser burros.
Chegaron a negarnos caletre porque andabamos pola veira dos camiños. Parvos. Un burro pode morrer asasinado por un auto; pero un burro non cae debaixo dun auto, como caen os cans e as galiñas... Nós presentiamos a chegada dos autos denantes de inventalos o demo do inferno.

Niste punto volvín en min.
(Cousas, Daniel R. Castelao Edit. Galaxia, Vigo, 2005 )
El burro no rebullía ni pizca, tenía los ojos abiertos, enfilados al suelo, y por la traza, el burro ciertamente cavilaba sumergido en sus pensamientos. Yo dirigí mis ojos al burro y también me puse a pensar, olvidado de mí mismo, sumiéndome en los adentros del animal, y sin hacerme cargo, mis pensamientos eran los del burro.

Los hombres no quieren ser burros; quisieran sin embargo ser leones, tigres, lobos…,
justamente porque los hombres son más burros que leones, que tigres, que lobos… por eso para ellos la palabra “burro” es un apodo ultrajante.
Mi lomo puede con cualquier hombre, y a pesar de esto los hombres prefieren un caballo, un elefante… cualquier animal más grande que ellos, de modo que nadie pueda decir: “mira, ahí van dos”. No nos aprecian porque ven en nosotros las virtudes de los hombres de bien.
Somos amigos de los pobres, amparo de los mendigos, hemos llevado a lomos a Nuestro Señor y a San Francisco de Asís; pero no llevamos a ningún guerrero.
La paz vendrá cuando los todos los hombres quieran ser burros.
Llegaron a negarnos cabeza porque andábamos por las orillas de los caminos. ¡Estúpidos! Un burro puede morir asesinado por un automóvil; pero un burro no cae debajo de un automóvil, como caen los perros o las gallinas… Nosotros presentíamos la llegada de los automóviles antes de inventarlos el demonio del infierno.

En este punto volví en mí.



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13 de abril de 2009

Tierra de Topo



Amar é Pan e Fame / Amar es Pan y Hambre

"Sete vidas pra poder Amar a Mares "/ "Siete vidas para poder Amar a Mares"

Recuerdo que en la huerta y en el jardín de mi casa se levantaban pequeños montículos de tierra oscura y fresca. Contrastaba su color con la tierra quebrada, seca y dura, sobre la que se elevaban. Seguro que la toqué, pero no tengo conciencia de haber interiorizado la sensación que produce su contacto con la piel.

O tal vez, pienso, aquella tierra no era igual que la que él me ofreció.
Le veo mirándome mientras la deslizaba entre sus manos. Tómala, dijo, pálpala, críbala entre tus dedos, decía, mientras el viento nordés adelgazaba su voz. Entonces, por primera vez, como muchas otras cosas con él, interioricé aquella placentera sensación. Un aroma fresco y vegetal me invadió al tiempo que la textura y el tacto de aquella tierra me traspasaban… Delicada, caliente, húmeda, tierna, esponjosa. Una fuerza germinal y seminal que se revelaba en el color intenso y oscuro de una tierra trabajada, cavada y socavada, removida y leudada con esmero.
Recordé el pan recién hecho, el queso cremoso que desborda su blanda corteza, el aroma dulce del mosto, el tacto, y digo bien, el tacto, que en las sedas del paladar y de la boca deja un afrutado Figueirinha o un mantecoso Ossián. Sensaciones compartidas y entrañadas que regresaban a mí trasportadas ahora por el tacto de aquella tierra, empujadas por el viento nordés, estimuladas por la fuerza de la presencia de él.

Tu tacto, tu cuerpo en mí, es Tierra de Topo, le dije. Así le sentía. Así te defino, amor, Tierra de Topo, le dije mientras el viento arrastraba mi voz.

No te oigo, dijiste.
Y el viento me acercó a su oído.
Tierra de Topo, le dije una vez más,
hacer el amor contigo es Tierra de Topo.
***
Les dejo con Amar a mares, tema incluido en Espido (Desnudo), disco de presentación del dúo gallego formado por Guadi Galego y Guillermo Fernández, ambos componentes del grupo Berrogüetto. El sonido no es bueno, pero aun así merece la pena escucharlo.


8 de abril de 2009

Trilogía Re: Regalar-Releer-Remirar



Podrían ser más, pero me gustan las Trilogías. Como me gusta el título de Tres Tristes Tigres y el juego Un Dos Tres al Escondite Inglés. Y también porque el Tres cierra un ciclo, una primera totalidad que no es más que otro uno, y por ello es el número apto para reproducir eternamente las mismas estructuras.

Se trata, mi Trilogía, de tres libros, tres libros bellos y sin edad. Se pueden leer en primavera, verano, otoño e invierno, a poder ser con alguien sentado en las rodillas (niño o niña, granda o pequeño). Si lo hacen solos disfrutarán igual (pero la compañía quedará privada y hay que ser generosos). Disfrutarán con sus pequeñas grandes historias, con sus bellas ilustraciones y con las rimas y acertijos. Son libros que conforman una inventada por mí “ Trilogía Re”: Regalar - Releer - Remirar.

1-Un primer RE (de Regalar, a quién tú quieras) para Tempero, porque ama los árboles: El árbol rojo, Bárbara Flora Editora, con texto y dibujos del premiado Shau Tan ( Australia, 1974). Un poético album donde narración e ilustración están estrechamente unidas. El texto es breve y esencial, una pequeña introducción que ayuda a interpretar las elaboradas ilustraciones de mundos oníricos que muestran los diferentes estados de ánimo de la protagonista. Realidad y sueño se combinan en la historia de una niña que a lo largo de un día emprenderá un viaje de la oscuridad a la luz. Aunque ella no es consciente, la hoja de un árbol, símbolo de esperanza, la acompañará en todo momento.

El árbol rojo
2-Otro RE (de Releer) para David, por ser un inquieto diseñador de cosas bellas: El taller de las mariposas, editado también por Bárbara Flora. El texto es de la poeta nicaragüense Gioconda Belli y la fantásticas ilustraciones de Wolf Erlbruch ( Alemania, 1948).
Odaer, un diseñador, es el protagonista de esta historia. En su incesante búsqueda por encontrar la belleza tendrá que entender que no todo vale y que el esfuerzo y la constancia son las armas para conseguirla. El libro se convierte, así ,en una bella metáfora sobre la necesidad de persistir en nuestros sueños para que se hagan realidad. Las ilustraciones remiten a la pintura oriental y ofrecen una cuidada caracterización de los personajes. La primera ilustración es una hoja seca de Ginkgo Biloba, la especie viva de árbol más antigua del mundo y uno de los árboles más literarios, sobre todo en extremo oriente. No es casual que la hoja del Ginkgo sea la primera ilustración ya que existe una analogía entre la forma de las hojas de este árbol y las mariposas, que en el libro representan la belleza.


3-Y el RE (de Remirar ) que cierra esta Trilogía, para Xela, que se muere por comer y adivinar la Vida: El libro de las adivinanzas, Edit. Lumen. Colección de adivinanzas con bellísimas ilustraciones de Monika Beisner, su autora. Alternan una página con texto y otra con las ilustraciones que remiten a las adivinanzas. Los dibujos ayudan a reconstruir el acertijo. Leer sus textos y jugar con la sugerencia de las palabras, admirar sus ilustraciones, que son bellas pinturas, y acariciar el tacto de seda de sus hojas es todo un placer para los sentidos: Sinestesia pura.


Y para entretenerles un poco en esta Semana Santa o Profana (según los gustos) les tiento con tres adivinanzas numeradas así en el libro.

-17-
En el cielo brinco y vuelo.
Me encanta subir,
flotar y lucir mi pelo.
-82-
¿Puedes creer que un enano
levante una cordillera enel jardín?
El villano emplea garras de fiera.
-85-
Carezco de aviones y también de pistas
pero lleno el aire de paracaidistas.
Ah, no me pidan que les de las soluciones! Piensen, miren, busquen...

4 de abril de 2009

Lo tenía muy bien pensado


E un home agarda
insente, onte e mañá, soio co mar da
mágoa súa que o ten por fin vencido

Arcadio López Casanova, Mesteres

Prólogo
“Lo tenía muy bien pensado”, decía ella al tiempo que asentía con la cabeza y con la mirada perdida, como si hablase consigo misma. Después hacía una pausa mientras seguía afirmando con la cabeza. Luego me miraba, y apuntándome con el dedo índice concluía: “¡Te lo digo yo!” Y cuantas veces recordaba la historia de Xosé Pedreira, Encarna hacía el mismo gesto y el mismo comentario.
***
Xosé Pedreira era conocido en el pueblo como Pepín El Cubano. El apelativo de Pepín le venía desde niño; lo de El Cubano fue más tarde, cuando volvió al pueblo después de varios años de “Hacer las Américas” por tierras caribeñas.

La aventura americana no le fue mal a Pepín. Allá en la Habana aprendió a manejar, ejerciendo como chófer en la Hacienda de los Arechavala, dueños de un gran ingenio de azúcar. Durante años, todos los meses enviaba un dinero que su madre puntualmente le ingresaba en una cartilla de ahorros. Así fue que, a la vuelta, pudo hacerse una pequeña casa, casar con Carmen -vecina del lugar-, y comprar una camioneta que, a pesar de ser de segunda mano, lucía flamante después de haberla pintado de blanco luminoso y haber estampado en letras grandes y rojas: Transportes El Cubano.

A cambio de lo acordado, El Cubano transportaba todo lo que le pidiesen: patatas, frutas, piedra de la cantera, carbón, ladrillos para una obra. Sólo una cosa hacía gratis: transportar los instrumentos y los músicos de La Charanga del pueblo cuando había que hacer un pasacalles en alguna aldea vecina y el ayuntamiento no prestaba intendencia ni dinero alguno. Para tal ocasión, Pepín vestía traje claro, lucía sombrero traído de Cuba, y colocaba entre los dedos un grueso habano que nunca consumía. Y así de pinturero y cubanito encabezaba La Charanga, no sin antes haberla presentado altavoz en mano:

“Señores y Señoras:
Tengo el gusto de presentarles
La Banda del Ten, Tin, Tan, Tun,
banda de fama mundial.
Sólo el Sidol que gasta
en limpiar el instrumental,
¡cuesta un dineral!”.

Y es que El Cubano era hombre jaranero y vital que encaraba la vida con buen humor, siempre la sonrisa presta o silbando una bachata que había hecho aprender a La Charanga – él decía “Banda”, que le vestía más- y que le dedicaban en prueba de agradecimiento.
Además de esta afición, a la que dedicaba los fines de semana de la temporada estival, a Pepín le gustaba timbear, lo que hacía puntualmente los sábados de invierno en el bar de Encarna. Allí se disputaban los mejores torneos de tute y subastado y, a decir de los entendidos, se bebía el mejor vino de Amandi. Durante la semana se dedicaba a su trabajo o a hacer alguna “chapuza” para ganar un dinero extra, reservando siempre un tiempo, al final de la jornada, para tomarse unos tintos y paliquear un poco con los parroquianos.

Pero el eje y motor principal en la vida de Pepín era Carmen, su mujer, quien llevaba el peso de la casa y cuidaba de Dolores y Aurora, las gemelas de la pareja, muy deseadas por lo tardías en llegar. Para ellas abrigaba la madre esperanzas de “un buen porvenir” y por ello se esforzaba el padre; y ambos los dos, hacían planes. Así, Aurora, a quién los estudios se le daban, podría “hacer Comercio” o tal vez “Secretariado”; y Dolores, un poco más torpe en cuestiones de intelecto, pero afable de trato, podría regentar un pequeño negocio montado con los ahorros de los progenitores y en el que no habría de faltar la ayuda y el consejo de la hermana.

Y así la vida pasando para los Pedreira, con las alegrías y tristezas que depara el devenir cotidiano. Hasta que una aciaga mañana llamaron al bar de Encarna -uno de los pocos sitios del pueblo con teléfono-, y hubo que darle la noticia a Carmen. La camioneta de Pepín había caído monte abajo.

El Cubano salvó la vida, pero no pudo volver a conducir camioneta alguna porque perdió su pierna derecha. Y desde entonces a Pepín se le torció el gesto y perdió la alegría de vivir. Sólo después de un tiempo recuperó su afición a las cartas y sus visitas al bar de Encarna. Pero dejó de sonreír y de silbar su “Bachata”, y nunca más quiso acompañar a la banda ni volvió a poner su traje claro ni su sombrero cubano.

Testigo de aquella amargura era Encarna, a quién llegó a confesar con los ojos húmedos: “Un hombre así, lisiado como yo, vale más muerto que vivo”. Porque Pepín se avergonzaba de sus muletas y de que su mujer tuviese que trabajar en casas ajenas para poder completar la escasa pensión que a él le había quedado. Y obsesionado con la idea de que “Antes de morir he de dejar bien colocadas a mi mujer y a mis hijas” jugaba a las quinielas todas las semanas y gastaba más de lo debido en la lotería de los ciegos. Hasta aquella tarde.

Aquel viernes de mediados de Mayo, Pepín llegó a la hora en que más parroquianos solía haber en el bar. Venía mejor vestido que de costumbre porque había ido a la ciudad a arreglar unos papeles. Tomó un par de tintos e invitó a todos los que allí estaban a una ronda: “Hoy quiero que bebáis todos a mi salud”, dijo. Luego antes de marchar, en un aparte, se despidió de Encarna: “Adiós Encarna, tú sabes que te tengo ley. Siempre fuiste una buena mujer”.

Al día siguiente, cuando Encarna leyó en el periódico la noticia, “Un hombre muere arrollado por un camión en la Nacional VI”, comprendió que el “Adiós” de Pepín había sido una definitiva despedida.
***
Epílogo
Aquella muerte fue pagada por un seguro de vida -contratado meses antes por Xosé Pedreira-, y una buena suma de dinero que, como indemnización por muerte en accidente, recibieron su viuda y sus hijas, para quienes El Cubano, a pesar de todo, valía más vivo que muerto.

Encarna, cuantas veces recordaba aquella historia, no dejaba de asegurar: “Lo tenía muy bien pensado. Te lo digo yo”.
***
Despedida
Podo estar feliz.
Cae a casa,
pero os meus fillos fuxiron ao bosque
coa cabeza chea de paxaros.
Manuel Rivas, O pobo da noite